Anticipando la privatización de la industria petrolera de México del año que viene el presidente Enrique Peña Nieto dio su Segundo Informe de Gobierno el dos de septiembre a una audiencia de legisladores y funcionarios en el Palacio Nacional de la Ciudad de México.
El discurso de Peña Nieto fue un triunfo para los intereses petroleros extranjeros y sus aliados en México, que han tratado de desmantelar lo que quedaba de la petrolera estatal de México, Pemex, durante años.
Peña Nieto sugirió que México ya no es el mismo país que antes, que se ha atrevido a cambiar
Tomando nota de los "principios firmes" que han guiado su gobierno a través de la serie de privatizaciones (educación, telecomunicaciones, energía) Peña Nieto predijo un futuro diferente para México ha decidido cambiar su futuro y contrastó su visión del país antes y después de las reformas de Pemex.
En verdad, la privatización de Pemex, que proporciona el gobierno federal con un tercio de sus ingresos anuales, posiblemente cause déficits presupuestarios que obligarán al gobierno a intensificar sus ataques contra programas sociales y contra los niveles de vida de la clase obrera mexicana. Posprivatización México será otro de esos países que a la par que aumenta en la extracción de petróleo extranjero aumentan también los índices de miseria social. Nada de esos cambios mencionó el presidente mexicano.
Los términos del acuerdo de privatización alcanzados a finales de 2013 abrirán el 17 por ciento de los campos de petróleo a la explotación extranjera. Además de esto, México cederá derechos a 79 por ciento de los campos donde existen reservas. Las compañías petroleras estadounidenses y británicas compiten entre sí para mejor cosechar los beneficios de la privatización.
En agosto, el director general de Pemex Emilio Lozoya, dijo que había estado en conversaciones con docenas, si no cientos de empresas, como Chevron, BP y Exxon Mobil, para discutir los planes para la futura extracción de recursos.
Las reformas también tendrán un impacto en los precios de la electricidad de millones de mexicanos. Bajo los términos de la privatización, la Comisión Federal de Electricidad (de propiedad estatal, CFE) perderá su monopolio de la venta de energía eléctrica y tendrá que competir con las empresas privadas.
Centros de investigación empresariales estadounidenses consideran que este cambio es un triunfo estratégico de las empresas estadounidenses. De ahora en adelante, éstas tendrán un agarre más férreo sobre la economía mexicana. En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs el mes pasado bajo el título "Una segunda revolución mexicana? Reforma Energética e independencia energética norteamericana” (A Second Mexican Revolution? Energy Reform and North American Energy Independence) Pamela Starr y Michael Camuñez dicen:" Más de un cuarto de siglo después del comienzo de la implementación de políticas económicas de libre empresa, la voluntad y la capacidad del gobierno mexicano para regular la propiedad privada es la más baja en cien años. "
Los autores explican que la privatización más le posibilita a Estados Unidos arrinconar a los recursos naturales del mundo.
"A largo plazo, el aumento de la producción de energía mexicana fluirá en el mercado norteamericano reforzando la independencia energética y la seguridad regionales. Y un mercado de energía más seguro e integrado en América del Norte reforzará la competitividad global regional como un centro de manufactura y producción ".
La industria petrolera de México fue nacionalizada por el presidente Lázaro Cárdenas en 1938 (consecuencias de una huelga importante de trabajadores petroleros contra las compañías petroleras extranjeras). A pesar de la escasez de petróleo que persistió durante la huelga, los trabajadores recibieron el apoyo de la gran mayoría del pueblo, que se oponía al desempeño prolongado y parasitario del capital extranjero en México.
Hoy, la burguesía mexicana colabora más y más con sus homólogos estadounidenses para dar marcha atrás a esas conquistas, cosa que forma parte de una contra-revolución social contra la clase obrera de ambos países.
Mientras que las clases gobernantes de México y Estados Unidos están a la expectative de grandes beneficias, de la privatización, más se desmoronan los niveles de vida de la clase obrera mexicana. De acuerdo con el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social mexicano (CONEVAL), de un total de 117 millones de habitantes en México, más de cincuenta y tres millones vivían en la pobreza en el 2012, número que representaba un aumento de quinientos mil desde 2010. Según un estudio de ese año del Banco Mundial, un tercio de la población sobrevivía ganando menos de cinco dólares diarios.
En sus dos años de gobierno, Peña Nieto ha dirigido una amplia campaña social contrarrevolucionaria particularmente contra la educación pública, privándola sistemáticamente de recursos y entregándola al sector privado. Por eso su popularidad sigue bajando. Según una encuesta del diario mexicano Excelsior, el 54 por ciento de los mexicanos desaprueba la presidencia de Peña Nieto, mientras que sólo el 43 por ciento la aprueba.
El repudio a Peña Nieto que sienten grandes sectores de la población mexicana se deja notar incluso fuera de las fronteras de México. En una reciente visita a Los Angeles, California, los inmigrantes mexicanos le dieron la “bienvenida” a Peña Nieto con carteles que decían: "México no se vende,” y" traidor "en referencia a la privatización de Pemex.
Sin embargo ningún grupo políticco refleja la oposición de las grandes masas de la población mexicana a la privatización del petróleo. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Peña Nieto se unió al Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Verde Ecologista de México a forzar la ley de privatización en diciembre pasado, ignorando la demanda popular a favor de un referéndum para decidir la cuestión.
El Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Movimiento por la Regeneración Nacional (MORENA) del ex candidato presidencial del PRD, Andrés Manuel López Obrador y el Partido de los Trabajadores de seudoizquierda (PT) sólo se han opuesto nominalmente y han tratado de evitar que la masa de oposición se convierta en un movimiento político de la clase obrera.
Por Eric London