Pretextos imperialistas para generar más guerra
Según el informe, Irán trabajó «en el desarrollo de un diseño propio de un arma nuclear incluidos los ensayos de sus componentes».
Todo esto lleva al OIEA a expresar «serias preocupaciones» sobre la investigación y desarrollo «específicos de armas nucleares».
No es nada sorprendente que el ultraconservador periódico iraní Kayhan haya tenido motivos para preguntar si se trataba de un informe del OIEA o de un dictamen estadounidense al dócil y fácilmente presionable Amano.
No obstante, el Cuerpo Islámico de Guardias Revolucionarios (IRGC, por sus siglas en inglés) –a cargo de todos los programas militares de alto nivel– ciertamente puede conservar la opción de construir una ojiva nuclear con la rapidez de un relámpago, como disuasivo en caso de que estuviera absolutamente seguro de que EE.UU. invadiría, o incluso lanzaría una prolongada campaña de «conmoción y pavor». La indiscutible consecuencia real de que Irán acabe fabricando un arma nuclear es que terminaría de una vez por todas con la permanente amenaza de un ataque estadounidense. Quien tenga alguna duda, que consulte el expediente norcoreano.
La población iraní está mucho más preocupada por la inflación, el desempleo, la corrupción y el ansia de más participación política, como para lanzarla a una controversia nuclear global. Existe un amplio consenso positivo en Irán sobre un programa nuclear civil. Pero no existe ninguna garantía de que incluso una minoría apoyaría una «bomba islámica».
El mismo Netanyahu, al que no soportan el presidente estadounidense Barack Obama ni el presidente francés Nicolas Sarkozy, tiene una estrategia decisiva: llevar a Washington y a unos pocos subalternos, de los británicos a la Casa de Saud –y no tiene nada que ver con la «comunidad internacional»– a que ejerzan la máxima presión sobre Teherán. De otra manera, Israel va a atacar.
Solo un montón de payasos puede suponer que China votaría contra su interés nacional de seguridad en el Consejo de Seguridad de la ONU. Irán es el tercer proveedor de petróleo de China, después de Arabia Saudí y Angola. China importa 650.000 barriles de petróleo diarios de Irán –un 50% más que el año pasado- y es más de un 25% de las exportaciones totales de petróleo de Irán.
Teherán tiene –y seguirá encontrando– medios para circunvenir sanciones financieras. India ha pagado importaciones de petróleo iraní a través de un banco turco. Teherán también comienza a utilizar un banco ruso.
Además, en medio de toda la histeria «iranofóbica», la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO) –China, Rusia y cuatro «“stans” centroasiáticos»– tuvo su última cumbre en San Petersburgo. Irán –que tiene estatus de observador– estuvo presente por medio del ministro de Exteriores Ali Akbar Salehi. Tarde o temprano Irán será admitido como miembro pleno.
Un Caso Grave de Iranofobia Nuclear
por
Pepe Escobar
Los países que representan un modelo de soberanía —Venezuela, Irán,
Rusia, Brasil, China o Libia en un pasado reciente, por citar algunos— y
de resistencia al dominio imperialista de EEUU y de sus socios
europeos, países soberanos que cuentan además con enormes riquezas
energéticas —minerales, gas, petróleo— están bajo la agresión
constante de las potencias imperialistas, con pasado colonizador, que
han visto en esas riquezas un medio de solucionar los endémicos
problemas económicos a los cuales están confrontadas justamente por la
locura de sus gigantescos gastos militares y de una economía
especulativa controlada por una oligarquía financiera internacional que
ve en el caos de una guerra una errónea opción de ganancia.
El presidente Ahmadineyad así como el programa nuclear de Irán
es estigmatizado por la prensa comercial. Es difícil encontrar una
información objetiva al respecto en los medios de comunicación
occidentales.
Como
clímax de un frenesí de filtraciones en los medios corporativos
occidentales que llevó –literalmente– a la histeria nuclear, los
inspectores de las Naciones Unidas en el Organismo Internacional de
Energía Atómica (OIEA) finalmente publicaron un informe que acusa
esencialmente a Teherán de haber intentado diseñar el año pasado un arma
nuclear que se ajuste a la ojiva de un misil.
Según el informe, Irán trabajó «en el desarrollo de un diseño propio de un arma nuclear incluidos los ensayos de sus componentes».
Aparte del esfuerzo de rediseñar y miniaturizar un arma nuclear
paquistaní, también se acusa a Teherán del intento de desarrollar una
operación clandestina para enriquecer uranio –el «proyecto sal verde»–
que podría utilizarse para «un programa oculto de enriquecimiento».
Todo esto lleva al OIEA a expresar «serias preocupaciones» sobre la investigación y desarrollo «específicos de armas nucleares».
El informe vende la idea de que mientras el OIEA ha tratado durante
años de monitorear las reservas iraníes declaradas de mineral de uranio y
uranio procesado, actualmente 73,7 kilos de uranio enriquecido a un 20%
en Natanz, más 4.922 kilos de uranio enriquecido a menos del 5%,
Teherán ha estado tratando, en secreto, de construir un arma nuclear.
Información dudosa
El OIEA insiste en que se basa en información «creíble» -más de 1.000
páginas de documentación– de más de 10 países y basada en ocho años de
«evidencia».
Pero el OIEA no tiene medios independientes para confirmar la enorme
masa de información –y desinformación– de potencias mayoritariamente
europeas. Mohammad ElBaradei –que fue el predecesor del japonés Yukya
Amano como jefe del OIEA– lo dijo, explícitamente, muchas veces. Y
siempre cuestionó lo que pasa por ser «inteligencia sobre Irán», porque
sabía que se politizaba en extremo y que traspasaba los límites de
rumores y especualaciones.
No es nada sorprendente que el ultraconservador periódico iraní Kayhan haya tenido motivos para preguntar si se trataba de un informe del OIEA o de un dictamen estadounidense al dócil y fácilmente presionable Amano.
No hay nada que sea siquiera remotamente un descubrimiento
trascendental en el informe, imágenes satelitales y especulaciones de
los «diplomáticos» presentados como «inteligencia» irrefutable. Si esto se parece a la preparación de una guerra contra Iraq, es porque es así. Esencialmente, es una regurgitación de una farsa de hace cuatro años, conocida como el «salto de la muerte».
El escenario más próximo a la realidad –incluso considerando la
existencia de un programa encubierto, lo que no está demostrado- nos
dice que la construcción de una ojiva nuclear sería contraproducente
para Teherán.
No obstante, el Cuerpo Islámico de Guardias Revolucionarios (IRGC, por sus siglas en inglés) –a cargo de todos los programas militares de alto nivel– ciertamente puede conservar la opción de construir una ojiva nuclear con la rapidez de un relámpago, como disuasivo en caso de que estuviera absolutamente seguro de que EE.UU. invadiría, o incluso lanzaría una prolongada campaña de «conmoción y pavor». La indiscutible consecuencia real de que Irán acabe fabricando un arma nuclear es que terminaría de una vez por todas con la permanente amenaza de un ataque estadounidense. Quien tenga alguna duda, que consulte el expediente norcoreano.
El régimen de Teherán podrá ser implacable, pero no está compuesto de
aficionados: construir un arma nuclear –sea en secreto o a plena vista
del OIEA– y hacerla estallar, no los llevaría a ninguna parte. El
régimen –que ya está embrollado en una dura y compleja batalla interior
entre el Supremo Líder Ali Jamenei y la facción del presidente Mahmud
Ahmadineyad– se vería totalmente aislado desde el punto de vista
geopolítico.
La población iraní está mucho más preocupada por la inflación, el desempleo, la corrupción y el ansia de más participación política, como para lanzarla a una controversia nuclear global. Existe un amplio consenso positivo en Irán sobre un programa nuclear civil. Pero no existe ninguna garantía de que incluso una minoría apoyaría una «bomba islámica».
El reto a Israel de que pruebe sus afirmaciones
Lo que altera los nervios no solo de Israel sino de una amplia gama
de intereses estadounidenses que 32 años después todavía no aceptan la
pérdida de su valioso gendarme del Golfo (el shah de Irán), es que
Teherán los mantiene en un quebradero de cabeza permanente.
Predeciblemente el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu en
Israel seguirá ladrando hasta niveles ensordecedores, mientras prueba
todos los trucos necesarios para hacer que actúe EE.UU.
El mismo Netanyahu, al que no soportan el presidente estadounidense Barack Obama ni el presidente francés Nicolas Sarkozy, tiene una estrategia decisiva: llevar a Washington y a unos pocos subalternos, de los británicos a la Casa de Saud –y no tiene nada que ver con la «comunidad internacional»– a que ejerzan la máxima presión sobre Teherán. De otra manera, Israel va a atacar.
No
tiene sentido, porque Israel no puede atacar ni a un caniche
descarriado. Todo su equipamiento militar es estadounidense. Necesita
permiso especial para cruzar el espacio aéreo saudí o iraquí.
Necesita una tarjeta verde de Washington de la A a la Z.
Al gobierno de Obama se le podrá acusar de cualquier cosa, pero no de suicida.
Al gobierno de Obama se le podrá acusar de cualquier cosa, pero no de suicida.
Solo esos ceros a la izquierda del Congreso de EE.UU. –despreciados
por la abrumadora mayoría de los estadounidenses, según numerosos
sondeos– pueden llegar a creer en las órdenes de marcha marcial que
reciben de Netanyahu a través del poderoso lobby AIPAC (Comité de Asuntos Públicos EE.UU.-Israel).
Por lo tanto lo que queda es la posibilidad de más sanciones todavía.
Cuatro vueltas de duras sanciones del Consejo de Seguridad ya afectan a
las importaciones de Irán, su banca y sus finanzas. Pero hasta ahí
llega la cosa.
Rusia no está convencida por el informe del OIEA, y ya lo dijo
explícitamente. China no está impresionada: el OIEA simplemente no tiene
suficiente evidencia para acusar directamente a Irán de realizar un
programa activo de armas nucleares.
Por lo tanto hay que olvidar la posibilidad de que Rusia y China
acepten otra vuelta de sanciones impuesta por EE.UU. en la ONU, que
sería literalmente nuclear: un boicot de facto de las ventas de petróleo
y gas de Irán.
Solo un montón de payasos puede suponer que China votaría contra su interés nacional de seguridad en el Consejo de Seguridad de la ONU. Irán es el tercer proveedor de petróleo de China, después de Arabia Saudí y Angola. China importa 650.000 barriles de petróleo diarios de Irán –un 50% más que el año pasado- y es más de un 25% de las exportaciones totales de petróleo de Irán.
Incluso el gobierno de Obama tuvo que admitir en público que un
boicot es inimaginable: privaría a la economía global, en camino a la
depresión, de por lo menos 2,4 millones de barriles de petróleo diarios,
y el barril llegaría probablemente a costar 300 o incluso 400 dólares.
Teherán tiene –y seguirá encontrando– medios para circunvenir sanciones financieras. India ha pagado importaciones de petróleo iraní a través de un banco turco. Teherán también comienza a utilizar un banco ruso.
Esto prueba que el mantra de Israel de que la «comunidad
internacional» aísle a Irán es un farol monumental. Protagonistas clave
como los miembros del BRICS Rusia, China e India mantienen estrechas
relaciones comerciales con ese país.
Además, en medio de toda la histeria «iranofóbica», la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO) –China, Rusia y cuatro «“stans” centroasiáticos»– tuvo su última cumbre en San Petersburgo. Irán –que tiene estatus de observador– estuvo presente por medio del ministro de Exteriores Ali Akbar Salehi. Tarde o temprano Irán será admitido como miembro pleno.
Incluso antes de que Irán se uniera a la SCO, China y Rusia
consideraron un ataque contra Irán como un ataque contra ambos. Respecto
a la idea de la integración asiática de la energía, será muy
interesante ver a Israel tratando de convencer a EE.UU. de que realice
un ataque contra Asia.
Pepe Escobar es periodista y autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su último libro es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Es también corresponsal para el diario Asia Times y analista político para the Real News.