¿De verdad que no podemos aspirar a un mundo mejor? ¿Realmente no podemos intentar cambiar a una sociedad más justa y humana?
Si estas en el lado bueno de la moneda, la de la gran minoría, tendrás el dinero suficiente como para no desear ningún cambio. Si por lo contrario, estas en el lado mayoritario, la cara desafortunada de la moneda capitalista, tendrás que canalizar todas tus energías para sobrevivir, para luchar por lo más básico; conseguir dinero para las tres comidas básicas, para garantizar un techo seguro para ti y para los tuyos. Si con suerte no estás en la cárcel por robar para conseguirlo, podrás estar viviendo en casa de tus padres, o en la cola del paro, o esclavizado tras un puesto de trabajo precario, insuficiente y posiblemente sin sentido para tu propia autorrealización como persona creativa y autentica. Porque sí, aunque traten de evitar que lo creamos, aunque nos sometan a la competitividad, a la jungla de la desinformación y a la hostilidad social, somos seres complejos y maravillosos, mal condicionados, maltratados, pero nacidos contrariamente con la capacidad individual y colectiva para brillar, para amar y cumplir la mayoría de nuestros sueños.
Unos pocos, en el control casi absoluto, nos dicen lo que queremos oír, fomentan nuestro hastío, nuestra pasividad social. Nos mienten en susurros electorales para hacernos creer que vivimos en un sistema justo, igualitario, democrático, humano y lleno de posibilidades para todos nosotros, pero es un mito, un espejismo, una gigantesca falacia para seguir sometiéndonos. De esta forma, derrocan cualquier posibilidad de alternativa social, de revuelta, de cambio global. Nos hacen creer que no existe nada mejor que pueda llegar a funcionar. Nos obligan a claudicar. Nos arrebatan cualquier tipo de esperanza.
Pero no vivimos en países constitucionales, porque nuestras constituciones son únicamente frases bonitas para una utopía que no les interesa cumplir. Nuestros deberes se controlan con policía, antidisturbios, multas, jueces, cárcel y en muchos lugares, incluso, con la pena de muerte. Nuestros derechos, sin embargo, no se cumplen y no sucede NADA.
Según el Artículo 47 de la Constitución:
"Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación."
Según el artículo 31 de la Constitución:
"Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo."
El derecho a la libre expresión se vulnera no solo en Cuba bajo el humo de Habanos dictatoriales, sino también bajo sonrisas operadas como la de Berlusconi en un país tan supuestamente democrático y cercano como Italia. Pero también existe la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas que, igualmente, se infringen y se vulneran no solo en España, sino en todos y en cada uno de los países de este planeta. Si no se lo creen, búsquenla y lean los artículos. Son 30 bonitos artículos escritos como ornamento decorativo y con el único propósito de ayudar a calmar nuestro espíritu crítico y ético y someternos. Y ya, de los derechos de los animales o de la protección de nuestro medio ambiente, la naturaleza, los ecosistemas, o el control ante la exfoliación y el saqueo de los recursos naturales mejor ni hablamos.
Y es que nuestras sociedades supuestamente democráticas son otro mito, para empezar, porque no se cumplen ninguna de estas regulaciones institucionales, para continuar, porque el sistema político es un fraude en sí mismo. En este, se nos engaña haciéndonos creer que tenemos el poder y el derecho de elegir libremente a nuestros políticos y que estos tienen la capacidad real de poder cambiar las cosas y luchar por nuestros derechos y por nuestro bienestar. Pero este sistema del capitalismo y su sistema monetario de monopolio, oligopolio y libre mercado es una dictadura encubierta de los carteles bancarios y de las grandes multinacionales. Estos dominan los medios de comunicación, financian las campañas electorales y manipulan el bipartidismo político en un teatrillo absurdo. Las multinacionales solo responden a una cosa, a la ganancia económica, al superávit y no a la ética ni al bienestar social. El sistema monetario se basa únicamente en la escasez de recursos, en la especulación, en valores que riñen con la ética y con los principios humanos. Nos hacen creer que gozamos de nuestro individualismo, que vivimos en un mundo libre, repleto de oportunidades pero este es otro espejismo manufacturado y prefabricado intencionadamente.
¿Acaso no compramos nuestra ropa en las mismas franquicias? ¿No hacemos y compramos las mismas cosas, las mismas marcas, vemos los mismos programas, comentamos las mismas cosas?
Colegio, Instituto, Universidad, mundo laboral, televisión, centro comercial, ganar dinero, trabajar, consumir, ocio, acontecimientos deportivos, trabajar, consumir, ocio, trabajar, consumir…Nenuco, Ferrari, Caja Madrid, Banco Santander, Zara, Mango, C&A, Ajax, Axe, Binaca, Cacharel, Calvin Klein, Colgate, Dolce & Gabbana, Gillette, Mac Donalds, Burger King, Tele pizza, Buenafuente, Isabel Pantoja, Belen Esteban, Vodafone, Movistar, Real Madrid, Barsa, Adidas, Ikea…
Y mientras se privatiza y se comercializa con absolutamente todo lo que forma nuestro escenario de vida, se deja de lado todo lo que no es rentable para el lucro personal y egoísta de dichas élites. El Estado, ni nos protege ni nos educa, nos castiga con cárceles para todos los que no puedan costearse su libertad con fianzas millonarias, cárceles superpobladas para la no minoría en la élite, que, de ninguna forma y como nos venden, funcionan como lugares para la reinserción social.
El Estado nos deja a la deriva ante un sistema que tan solo nos ve como estadística electoral, audiencia para cuotas televisivas y como míseros productos para mantener el consumo.
Las multinacionales farmacéuticas solo invierte en enfermedades generales que puedan resultar negocio y deja de lado las enfermedades “raras” que hacen sufrir o matan a unos “pocos”. Se crean enfermedades y virus nuevos para vendernos nuevas vacunas milagrosas. Se congelan los verdaderos estudios para la curación si se puede seguir haciendo negocio con la enfermedad a precios abusivos. Nuestra salud y nuestra enfermedad ya es parte de su grotesco negocio, es otro spot televisivo cualquiera, otro espectáculo de magia y circo.
Los niños están siendo mediatizados, los padres educan a duras penas sin los recursos ni el tiempo necesario para ello en una injusta desventaja ante el poder millonario y mediático de las grandes corporaciones, los jóvenes son surtidos con pasatiempos, televisión, consolas, películas, drogas baratas y con más oportunidades de ocio y basura mental que nunca antes en toda nuestra historia. !Chavales, no protestéis, no hay trabajo, no hay futuro más allá de la fama espontanea, de la felicidad inmediata enlatada y sin esfuerzo, emborracharos, tomad más móviles de última generación, más juegos, más alcohol barato, tabaco, grasas saturadas, frivolidad, sexo y violencia que calme vuestra verdadera voluntad!
Los adultos son aterrorizados con el paro, con la inestabilidad laboral y de sus economías. Sobreviven sus vidas insatisfechas, sus relaciones ansiosas, sus sueños truncados, con la impotencia de no controlar nunca del todo sus propias vidas, de no tener tiempo de replantearse las cosas, de reflexionar, de mirar a los lados. Asustados por no poder garantizar su propia felicidad ni la de sus familias.
Aun así, seguimos sumisos, dando vueltas en la noria para hamsters, con el holograma de nuestra supuesta felicidad delante, frustrados, enfermos, atemorizados, aturdidos sin ánimos ni fuerzas para reclamar nada mejor.
Sin embargo, la felicidad se consigue superando el miedo que consumimos. No tengamos miedo por tanto. Busquemos la prosperidad en nuestra propia salud mental, en el respeto hacia nosotros mismos y nuestros principios y el respeto hacia los demás y nuestro entorno. Comencemos a ser quienes realmente queremos ser, desde ya, aunque haya que sentirse distinto, único, aunque creamos que podemos quedarnos solos. No te avergüences por sentirte como te sientes, hemos sido influenciados y condicionados a lo largo de nuestras vidas por valores contradictorios, por ferreos estamentos políticos, comerciales y religiosos. Pero en realidad, nadie puede decirte quien tienes que ser o que tienes que hacer con tu propia vida.
Ser realmente libre comienza con una verdadera democracia interior. Desde ahí, con nuestra voluntad y nuestra esencia vital renovadas, comencemos a reclamar y a construir un mundo exterior mejor para nosotros y para los demás. No tenemos nada que perder. Una vez caído el espejismo, tan solo hay que entender que, aunque no encontremos de primeras otros sistemas sociales y económicos alternativos infalibles ni totalmente perfectos, si que hay otras muchas posibilidades esperándonos, existen y merecerá la pena luchar y vivir por alcanzarlos.
Una vez derroquemos el mito de esta sociedad enferma e injusta que hipoteca ciegamente nuestra felicidad siempre hacia futuros irreales, que sabotea la esperanza del progreso y de nuestro bienestar, realmente será muy fácil encontrar algo distinto que arrebate el poder dictatorial de las élites criminales que gobiernan actualmente nuestras vidas y que, a poco, mejore así la situación de este planeta y de todos los seres que lo habitan.
El escondite de Yván : Iván Sáinz-Pardo