viernes, 24 de febrero de 2012

El circulo vicioso de la civilización del saqueo

El circulo vicioso de la civilización del saqueo


El tiempo según Martin Heidegger sólo puede comprenderse dentro de la categoría de eternidad, de forma que los instantes que rozan la experiencia humana son puntos que entran como colosales momentos que se superponen. Nietzsche plantea el eterno retorno y, en la comprensión de esa apreciación ontológica, el ser toca límites y se ve ante la necesidad de repetir eternamente los mismos errores, las mismas justas y las más altas bajezas de la condición humana. Darwin ve en la especie humana como una caravana que poco a poco se conduce en línea ascendente hacia la perfección y en las veredas se quedan los más débiles y los menos aptos.
La civilización occidental y las cosmovisiones que la fundan parecen ufanarse de sus excentricidades y, como cualquier etnocentrismo, persuaden con tecnología, con culturas, con industrias de entretenimiento y mass media, pero cuando la máquina civilizadora expira por falta de combustible, es necesario fabricar dólares con el toque del Pop Art de Andy Warhool para que si estos  carecen de valor por falta de respaldo en las reservas internacionales y en el factor oro, éste estribe en la ficción del arte que encarece con sus sacralidades hasta un vello púbico de Marilyn Monroe, o inventar la guerra bajo el argumento simplón de cualquier eufemismo, por ejemplo, salvar la democracia, impedir masacres humanas, expulsar dictadores, forjar la paz mundial y otros epítetos robados al Capitán América, a Charles Atlas y a Superman, la creación filosófica de Nietzsche que se convirtió en caricatura bajo la égida interpretativa de los usamericanos.
 
El imperialismo está en subasta de liquidación, pero el ladrón es dueño de las armas para robar con las leyes de la gramática, la inocencia de los ciudadanos y de los pueblos, según la lógica de su mesianismo y de su visión de tierras prometidas, manás de cielos, o arcas de nuevas alianzas con los europeos calvinistas, metodistas y anglicanos que se anclaron en Mayflower y Nueva Inglaterra para enseñar con disciplina cómo se dominan los pueblos barbaros y gentiles, quienes no tienen otra opción que jugar el papel secundario de esclavos y servidores.
 
Hay escritores que han vendido su pluma a buen precio y le ponen nombre de civilización al saqueo y de modernidad al robo. Iraq sufrió la voluntad de estos civilizadores que, con la presuntuosidad de tan solo 237 años, destruyeron más de 4000 años de historia sin ningún género de comprensión de la riqueza cultural y arqueológica. Total, para ellos los jardines colgantes de Babilonia pueden ser reconstruidos con plástico.
 
Recientemente Libia fue parte de una nueva ocupación. Habría que ver cuál fue la modificación del tratamiento del negocio del petróleo con USA y Francia y examinar qué empresas de esos países construyen, sin licitaciones, lo que destruyeron con cañones modernos y con aviones sin tripulación.
 
Siria e Irán son los nuevos objetivos. Sólo bastaría agrandar los cachos de esos malos presidentes y desplegar en CNN y en el Washington Post el peso de su maldad, decir que el mundo marcha mal por ellos y que solamente unos cuantos privilegiados que nacieron con estrella, unos con cincuenta, pueden desarrollar sus programas nucleares.  Venezuela en veremos, ya le mandaron un mensaje con el golpe de Estado en Honduras.
 
La casa está en déficit por malos manejos de managers y miembros corporativos de las empresas anónimas, los muertos tienen que ponerlos los países lejanos y del lejano Oriente y África, porque de largo, el dolor es menor y los sentimientos de culpabilidad se esfuman con la fugacidad de las noticias. Son los usamericanos quienes tienen derecho, los demás son ciudadanos de tercera categoría y sólo tienen derecho a aportar a las cifras de la tragedia. Eso tiene que saberlo el documentalista ese que dice que Libia es una revolución popular.
La tal civilización de mejores condiciones de vida, del confort, del ocio, del entretenimiento, de la contemplación, de las vacaciones, de las pensiones, de las fiestas es un espejismo, frente a un imperio que todavía campea como los romanos, los Alejandros Magnos, los Napoleones, los Atilas, los bárbaros, los vikingos para disipar, bajo categorías semánticas creadas en emporios de publicidad, la paz de los pueblos periféricos; y, en tal caso, el eterno retorno no es una idea descabellada de un filósofo alemán que bien sabía que el superhombre es aquel Goliat que aprendió con la experiencia de la historia a amansar a los nuevos David, para que no carguen ondas, sino que, como enanos de leyenda, acepten el papel de bufones de un rey sin corona, sin libras esterlinas, sin euros, sin yen, pero con armas para asaltar al país mundial que se duerma en la eternidad de Heidegger.




Gracias a: Tlaxcala
Fecha de publicación del artículo original: 23/02/2012

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