El circulo vicioso de la civilización del saqueo
El
tiempo según Martin Heidegger sólo puede comprenderse dentro de la
categoría de eternidad, de forma que los instantes que rozan la
experiencia humana son puntos que entran como colosales momentos que se
superponen. Nietzsche plantea el eterno retorno y, en la comprensión de
esa apreciación ontológica, el ser toca límites y se ve ante la
necesidad de repetir eternamente los mismos errores, las mismas justas y
las más altas bajezas de la condición humana. Darwin ve en la especie
humana como una caravana que poco a poco se conduce en línea ascendente
hacia la perfección y en las veredas se quedan los más débiles y los
menos aptos.
La
civilización occidental y las cosmovisiones que la fundan parecen
ufanarse de sus excentricidades y, como cualquier etnocentrismo,
persuaden con tecnología, con culturas, con industrias de
entretenimiento y mass media, pero cuando la máquina
civilizadora expira por falta de combustible, es necesario fabricar
dólares con el toque del Pop Art de Andy Warhool para que si estos
carecen de valor por falta de respaldo en las reservas internacionales y
en el factor oro, éste estribe en la ficción del arte que encarece con
sus sacralidades hasta un vello púbico de Marilyn Monroe, o inventar la
guerra bajo el argumento simplón de cualquier eufemismo, por ejemplo,
salvar la democracia, impedir masacres humanas, expulsar dictadores,
forjar la paz mundial y otros epítetos robados al Capitán América, a
Charles Atlas y a Superman, la creación filosófica de Nietzsche que se
convirtió en caricatura bajo la égida interpretativa de los
usamericanos.
El imperialismo está en subasta de liquidación, pero el ladrón es
dueño de las armas para robar con las leyes de la gramática, la
inocencia de los ciudadanos y de los pueblos, según la lógica de su
mesianismo y de su visión de tierras prometidas, manás de cielos, o
arcas de nuevas alianzas con los europeos calvinistas, metodistas y
anglicanos que se anclaron en Mayflower y Nueva Inglaterra para
enseñar con disciplina cómo se dominan los pueblos barbaros y gentiles,
quienes no tienen otra opción que jugar el papel secundario de esclavos
y servidores.
Hay escritores que han vendido su pluma a buen precio y le ponen
nombre de civilización al saqueo y de modernidad al robo. Iraq sufrió la
voluntad de estos civilizadores que, con la presuntuosidad de tan solo
237 años, destruyeron más de 4000 años de historia sin ningún género de
comprensión de la riqueza cultural y arqueológica. Total, para ellos los
jardines colgantes de Babilonia pueden ser reconstruidos con plástico.
Recientemente Libia fue parte de una nueva ocupación. Habría que
ver cuál fue la modificación del tratamiento del negocio del petróleo
con USA y Francia y examinar qué empresas de esos países construyen, sin
licitaciones, lo que destruyeron con cañones modernos y con aviones sin
tripulación.
Siria e Irán son los nuevos objetivos. Sólo bastaría agrandar los cachos de esos malos presidentes y desplegar en CNN y en el Washington Post el
peso de su maldad, decir que el mundo marcha mal por ellos y que
solamente unos cuantos privilegiados que nacieron con estrella, unos con
cincuenta, pueden desarrollar sus programas nucleares. Venezuela en
veremos, ya le mandaron un mensaje con el golpe de Estado en Honduras.
La casa está en déficit por malos manejos de managers y
miembros corporativos de las empresas anónimas, los muertos tienen que
ponerlos los países lejanos y del lejano Oriente y África, porque de
largo, el dolor es menor y los sentimientos de culpabilidad se esfuman
con la fugacidad de las noticias. Son los usamericanos quienes tienen
derecho, los demás son ciudadanos de tercera categoría y sólo tienen
derecho a aportar a las cifras de la tragedia. Eso tiene que saberlo el
documentalista ese que dice que Libia es una revolución popular.
La tal civilización de mejores condiciones de vida, del confort, del
ocio, del entretenimiento, de la contemplación, de las vacaciones, de
las pensiones, de las fiestas es un espejismo, frente a un imperio que
todavía campea como los romanos, los Alejandros Magnos, los Napoleones,
los Atilas, los bárbaros, los vikingos para disipar, bajo categorías
semánticas creadas en emporios de publicidad, la paz de los pueblos
periféricos; y, en tal caso, el eterno retorno no es una idea
descabellada de un filósofo alemán que bien sabía que el superhombre es
aquel Goliat que aprendió con la experiencia de la historia a amansar a
los nuevos David, para que no carguen ondas, sino que, como enanos de
leyenda, acepten el papel de bufones de un rey sin corona, sin libras
esterlinas, sin euros, sin yen, pero con armas para asaltar al país
mundial que se duerma en la eternidad de Heidegger.Gracias a: Tlaxcala
Fecha de publicación del artículo original: 23/02/2012