Todos ustedes son terroristas potenciales. No importa que vivan en Gran Bretaña, Estados Unidos, Australia u Oriente Medio. La ciudadanía ha sido abolida de hecho. Cuando usted enciende el ordenador, el Centro Nacional de Operaciones del Departamento de Seguridad de la Patria de Estados Unidos puede controlar si teclea no solo “al Qaeda” sino también “maniobras”, “instrucción”, “oleada” y “organización”, todas ellas palabras proscritas. El anuncio del gobierno británico de que pretende espiar cada correo electrónico y llamada de teléfono no es ninguna novedad. La aspiradora satélite conocida con el nombre de Echelon lo ha estado haciendo durante años. Lo que ha cambiado es que Estados Unidos ha emprendido un estado de guerra permanente y que un estado policial está consumiendo la democracia occidental.
¿Qué van a hacer ustedes al respecto?
Siguiendo instrucciones de la CIA, en Gran Bretaña
tribunales secretos van a ocuparse de “supuestos terroristas”. El habeas
corpus está desapareciendo. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha
dictaminado que cinco hombres, entre los que se incluyen tres
británicos, pueden ser extraditados a Estados Unidos aun cuando solo uno
de ellos ha sido acusado de algún crimen. Todos ellos han estado
encarcelados durante años según el Tratado de Extradición de 2003 entre
Estados Unidos y Gran Bretaña que se firmó un mes después de la criminal
invasión de Iraq. El Tribunal Europeo había condenado este tratado
debido a que era probable que llevara a un “castigo cruel e inusual”.
Uno de los hombres, Babar Ahmad, recibió una indemnización de 63.000
libras por las 73 heridas que padeció mientras estuvo bajo custodia de
la Policía Metropolitana.
La más importante de ellas fue el abuso
sexual, la firma del fascismo. Otro hombre es un esquizofrénico que
padeció un colapso mental total y está en el hospital de seguridad de
Broadmoor; en el caso del tercero existe riesgo de suicidio. Van a la
Tierra de la Libertad, junto con el joven Richard O'Dwyer, que se
enfrenta a diez años engrilletado y vestido con un mono naranja por
haber infringido supuestamente el copyright estadounidense en internet.
Aunque la justicia se politiza y americaniza, estas
farsas judiciales no son atípicas. Confirmando la condena de un
estudiante de la universidad de Londres, Mohammed Gul, por difundir
“terrorismo” en internet, los jueces del Tribunal de Apelación de
Londres dictaminaron que los “actos […] contra las fuerzas armadas de
cualquier Estado del mundo, los cuales trataran de influir en un
gobierno y se llevaran a cabo por motivos políticos” eran ahora
crímenes. Llamen al banquillo de los acusados a Thomas Paine, Aung San
Suu Kyi, Nelson Mandela.
¿Qué van a hacer ustedes al respecto?
Ahora el pronóstico es claro: el tumor maligno que
Norman Mailer llamó “prefascista” se ha metastatizado. El fiscal general
de Estados Unudos, Eric Holder, defiende el “derecho” de su país a
asesinar ciudadanos estadounidenses. A su protegido, Israel, se le
permite dirigir sus armas nucleares a Irán, que carece de ellas. La
masacre de 17 civiles afganos el pasado 11 de marzo, entre los que se
incluían al menos nueve niños y cuatro mujeres, se atribuye a un soldado
estadounidense “que actúa en solitario”. Da fe de ello el propio
presidente Obama, que “había visto un vídeo” y lo considera una “prueba
concluyente”.
Una investigación parlamentaria independiente afgana
aporta testigos que dan pruebas detalladas de al menos veinte soldados,
ayudados por un helicóptero, que saquearon sus pueblos, asesinaros y
violaron: un “ataque nocturno” habitual, aunque un poquito más mortal,
de las fuerzas especiales estadounidenses.
Dejando de lado la tecnología de videojuego para
asesinar (la contribución estadounidense a la modernidad), el
comportamiento es el tradicional. Inmersos en una rectitud de cómic,
adiestrados pobre o brutalmente, con frecuencia racistas, obsesos y
dirigidos por una clase de oficiales corruptos, los miembros de las
fuerzas estadounidenses transfieren el homicidio de casa a lugares
lejanos cuyas pobres luchas no pueden comprender. Una nación que se
fundó sobre el genocidio de una población originaria nunca abandona esa
costumbre. Vietnam era un “país indio” y sus “ojos rasgados” y sus
“amarillos” iban a ser “liquidados”.
La liquidación de cientos de habitantes, la mayoría
de ellos mujeres y niños, del pueblo vietnamita de My Lai en 1968
también fue un incidente “aislado” e, irreverentemente, una “tragedia
estadounidense” (el titular de portada del Newsweek ). Solo uno de los
26 hombres juzgados fue declarado culpable y el presidente Nixon lo dejó
libre. My Lai está en la provincia de Quang Ngai en la que, como
aprendí en mi condición de periodista, se calcula que las tropas
estadounidenses mataron a unas 50.000 personas, la mayoría de ellas en
lo que los estadounidenses llamaban “zonas de tiro libre”. Este fue el
modelo de la guerra moderna, el asesinato industrial.
Como Iraq y Libia, Afganistán es un parque temático
para los quienes se benefician de la nueva guerra permanente de Estados
Unidos: la OTAN, las empresas de armamentos y de alta tecnología, los
medios de comunicación y la industria de “seguridad”, cuya lucrativa
contaminación es una plaga en la vida cotidiana. Es irrelevante la
conquista o “pacificación” del territorio. Lo que importa es la
pacificación de ustedes, el cultivo de su indiferencia.
¿Qué van a hacer ustedes al respecto?
El descenso al totalitarismo tiene sus hitos.
Cualquier día de estos el Tribunal Supremo de Londres decidirá si se
extradita a Suecia al editor de WikiLeaks editor, Julian Assange. Si no
se acepta esta última apelación, el facilitador de que se diga la verdad
a una escala épica, al que no se acusa de ningún crimen, se enfrenta al
aislamiento y a interrogatorios sobre absurdas acusaciones sexuales.
Gracias a un acuerdo secreto entre Suecia y Estados Unidos puede ser
entregado en cualquier momento al gulag estadounidense. En su propio
país, Australia, la primera ministra Julia Gillard ha conspirado con
aquellas personas en Washington a las que ella llama sus “verdaderos
compañeros” para asegurarse que su inocente compatriota es apto para el
mono naranja en caso de que lo extraditen a Estados Unids.
En febrero el
gobierno de Julia Gillard redactó una “Enmienda WikiLeaks” al tratado
de extradición entre Australia y Estados Unidos que hace más fácil a sus
“compañeros” echarle mano. Incluso les ha concedido la capacidad de
autorizar registros amparada por [la legislación sobre] libertad de
información, para que se pueda mentir acerca de ello al mundo exterior,
como es habitual.
¿Qué van a hacer ustedes al respecto?
John Pilger