Por qué colapso y salvación son difíciles de distinguir el uno del otro
Imaginemos que en 3030 A.de C. las posesiones totales del pueblo de
Egipto llenaban un metro cúbico. Propongamos que esas posesiones
crecieron 4,5% por año. ¿Qué tamaño hubiera tenido esa pila al llegar la
Batalla de Actium en 30 A.de C.? Es el cálculo hecho por el banquero
de inversiones Jeremy Grantham (1). La trayectoria de la tasa de
crecimiento compuesto muestra que la erosión del planeta solo acaba de
comenzar. Simplemente no podemos seguir por el mismo camino. Continuemos, adivina. ¿Diez veces el tamaño de las pirámides? ¿Toda la arena del Sahara? ¿El océano Atlántico? ¿El volumen del planeta? ¿Un poco más? Es 2.500 trillones (1018) de sistemas solares (2). No precisa mucho tiempo, al considerar ese resultado, para llegar a la paradójica posición de que la salvación reside en el colapso.
Tener éxito es destruirnos. Fracasar es destruirnos. Es el aprieto que hemos creado. Ignora si es necesario el cambio climático, el colapso de la biodiversidad, el agotamiento del agua, del suelo, de los minerales, del petróleo; incluso si todos estos problemas se desvanecieran milagrosamente, la matemática de la tasa de crecimiento compuesto hace que la continuidad sea imposible.
El crecimiento económico es un artilugio del uso de combustibles fósiles. Antes de que grandes cantidades de carbón fueran extraídas, cada aumento en la producción industrial iba acompañado por una caída en la producción industrial, ya que el carbón vegetal o los caballos de fuerza requeridos por la industria reducían la tierra disponible para cultivar alimentos. Cada revolución industrial anterior colapsó, ya que el crecimiento no podía ser sustentado (3). Pero el carbón rompió este ciclo y posibilitó –durante algunos siglos– el fenómeno que ahora llamamos crecimiento sostenido.
No fue ni el capitalismo ni el comunismo lo que posibilitó el progreso y las patologías (guerra total, la concentración sin precedentes de la riqueza global, destrucción planetaria) de la modernidad. Fue el carbón, seguido por el petróleo y el gas. La meta-tendencia, la narrativa madre, es la expansión alimentada por el carbono. Nuestras ideologías son meros argumentos secundarios. Ahora, a medida que las reservas más accesibles han sido agotadas, tenemos que saquear los rincones ocultos del planeta para sustentar nuestra imposible proposición.
La trayectoria del crecimiento compuesto muestra que la erosión del planeta acaba solo de comenzar. A medida que el volumen de la economía global se expande, todo sitio que contenga algo concentrado, poco usual, precioso, será buscado y explotado, sus recursos extraídos y dispersados, las diversas y diferenciadas maravillas del mundo reducidas al mismo rastrojo gris.
Alguna gente trata de resolver la imposible ecuación con el mito de la desmaterialización: la afirmación de que a medida que los procesos se hacen más eficientes y los artefactos son miniaturizados, usamos, en suma, menos materiales. No hay señales de que esto esté sucediendo. La producción de mineral de hierro ha aumentado 180% en diez años (12). El organismo comercial Forest Industries nos dice que “el consumo global de papel se encuentra a un nivel alto récord y seguirá aumentando”. (13) Si, en la era digital, no reducimos siquiera nuestro consumo de papel, ¿qué esperanza existe para otros productos de consumo?
Consideremos las vidas de los súper ricos, que fijan el ritmo del consumo global. ¿Están reduciendo el tamaño de sus yates? ¿Sus casas? ¿Sus obras de arte? ¿Su compra de maderas finas, de peces raros, de piedras raras? Los que cuentan con los medios necesarios compran casas cada vez más grandes para almacenar la creciente acumulación de cosas que no vivirán lo suficiente para usar. Por acumulación inadvertida, se usa cada vez más superficie del planeta para extraer, fabricar, y almacenar cosas que no necesitamos. Tal vez no sea sorprendente que hayan vuelto a aparecer fantasías sobre la colonización del espacio – que nos dicen que podemos exportar nuestros problemas en lugar de resolverlos (14).
Como señala el filósofo Michael Rowan, las inevitabilidades del crecimiento compuesto significan que si la tasa de crecimiento predicha el año pasado para 2014 (3,1%) se mantiene, incluso si fuésemos a reducir milagrosamente el consumo de materias primas en un 90% retardamos lo inevitable en solo 75 años (15). La eficiencia no resuelve nada mientras el crecimiento continúa.
El fracaso inescapable de una sociedad basada en el crecimiento y en su destrucción de los sistemas vivos de la Tierra son los hechos apabullantes de nuestra existencia. Como resultado casi no son mencionados en ninguna parte. Constituyen el gran tabú del Siglo XXI, los temas garantizados para enajenar a amigos y vecinos. Vivimos como si estuviésemos atrapados dentro de un suplemento dominical: obsesionados por la fama, la moda y los tres elementos básicos aburridos de la conversación de clase media: recetas, innovaciones y centros turísticos. Cualquier cosa que no sea el tópico que demanda nuestra atención.
Declaraciones de lo exageradamente obvio, los resultados de una aritmética básica, son tratados como distracciones exóticas e imperdonables, mientras la proposición imposible según la cual vivimos es considerada como tan sana y normal y poco interesante que no vale la pena mencionarla. Es como se mide la profundidad de este problema: según nuestra incapacidad de llegar a discutirla.
Referencias
2. Grantham expresó este volumen como 1057 metros cúbicos. En su trabajo We Need To Talk About Growth, Michael Rowan lo tradujo como 2.500 trillones (1018)
de sistemas solares.
(http://persuademe.com.au/need-talk-growth-need-sums-well/). Esta fuente
menciona el volumen del sistema solar (si es considerado como una
esfera) como 39.629.013.196.241,7 kilómetros cúbicos, lo que es
aproximadamente 40 x 1021 metros cúbicos. Multiplicados por 2.500 trillones (1018), esto da 1041
metros cúbicos. Por lo tanto, a menos que tenga la cifra equivocada
para el volumen del sistema solar o haya confundido mis unidades, lo que
es eminentemente posible, la traducción de Michael Rowan parece estar
subestimada. Sin embargo, me basaré en su cifra, ya que no tengo mucha
confianza en la mía. Agradecería cualquier mejora, comentario o
corrección.
3. EA Wrigley, 2010. Energy and the English Industrial Revolution. Cambridge University Press.
12.
Philippe Sibaud, 2012. Opening Pandora’s Box: The New Wave of Land
Grabbing by the Extractive Industries and the Devastating Impact on
Earth. The Gaia Foundation. http://www.gaiafoundation.org/opening-pandoras-box
15. Michael Rowan, 2014. We Need To Talk About Growth (And we need to do the sums as well.) http://persuademe.com.au/need-talk-growth-need-sums-well/
Por
George Monbiot
Gracias a: Rebelión
Fuente: http://www.monbiot.com/2014/05/27/the-impossibility-of-growth/
Fuente: http://www.monbiot.com/2014/05/27/the-impossibility-of-growth/