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El asesinato de un candidato derechista antes de las últimas elecciones, justo cuando la candidata correista iba arriba cómoda en las encuestas, fue lo que permitió el triunfo del bananero Noboa
El asalto a una sede diplomática no es una decisión tomada a la ligera. En ella intervienen las fuerzas armadas, empresarios, partidos políticos y los miembros del gobierno. Se manejan y miden al milímetro sus repercusiones. Ello nos lleva a pensar que la irrupción policial ecuatoriana en la embajada de México en Quito no ha sido un arrebato, sino a una acción planificada.
Si consideramos que el actual presidente, Daniel Noboa, es un advenedizo, cuyo único mérito, si se puede considerar mérito, es ser hijo de Álvaro Noboa, uno de los maayores empresarios de Ecuador, cinco veces candidato a presidente y cinco veces derrotado, deja poco lugar a duda. Por consiguiente, podemos inferir que es el padre quien ejerce el poder en la sombra, controlando a voluntad a su hijo, actual inquilino del palacio de Carondelet.
Asimismo, una primera aproximación, hace pensar que la embestida a la embajada de México desnuda la precariedad de un presidente títere, a la par que destapa lo efímero de su mandato. Por otro lado, la abierta crisis diplomática acabará siendo revertida. Pero a corto plazo, Ecuador logra su objetivo, al menos momentáneamente: impedir la salida al exilio del ex vicepresidente, durante el mandato de Rafael Correa, Jorge Glas Espinel. Aunque con un coste calculado, se ha previsto el sacrificio posterior de piezas menores implicadas en el asalto. Así, cubrirán sus vergüenzas y el incidente diplomático pasará a la historia.
Al día siguiente del asalto, el 6 de abril, La Jornada sintetizó el significado político de la acometida a su sede diplomática en Quito: ni Pinochet ni la junta militar argentina se atrevieron a tanto. Tal afirmación nos obliga a escudriñar en la historia reciente de América Latina. Así, para encontrar un caso similar, debemos retroceder al 31 de enero de 1980.
El entonces general y presidente de Guatemala, Fernando Romeo Lucas García, ordenó asaltar e incendiar la embajada de España. Fue una masacre. Entre el personal diplomático, los campesinos guatemaltecos que se encontraban dentro y los invitados del embajador, el ex vicepresidente de ese país Eduardo Cáceres, y su ex canciller Adolfo Domínguez, a la sazón, miembro del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, fueron asesinados. Se contaron 37 víctimas. Hubo dos sobrevivientes, el embajador Máximo Cajal y el dirigente campesino Quiché Gregorio Yujá Xoná.
Conceptualizado como terrorismo de Estado, escribe una de las páginas más negras de la historia diplomática, protagonizada por un país latinoamericano. Ahora, en 2024, debemos sumar a esta historia de la ignominia el asalto a la embajada mexicana perpetrado por la policía ecuatoriana y ordenado por el gobierno de Daniel Noboa.
En la historia de América Latina, tampoco debemos pasar por alto el intento de asaltar la embajada cubana en la República Bolivariana de Venezuela, durante el frustrado golpe de Estado del 12 de abril de 2002. El entonces alcalde de Baruta (el municipio donde se encontraba la embajada), Henrique Capriles, sería juzgado y condenado por dicha acción terrorista. En este sentido, cualquier asalto a una sede diplomática ha de conceptualizarse como terrorismo de Estado al violar el derecho internacional, practicar la violencia contra sus representantes diplomáticos o impedir el derecho de asilo de sus refugiados.
El mejor contraejemplo, que supone respetar la inviolabilidad de una sede diplomática, lo encontramos en Perú durante la dictadura de Manuel Odría. El entonces dirigente del APRA, Raúl Haya de la Torre, solicitó en 1949 asilo político en la embajada de Colombia. La negativa de la dictadura a concederlo, acabó en la Corte Internacional de Justicia. Fueron cinco años de estancia en la sede diplomática. Pero, en 1955, Haya de la Torre partía a Bogotá de la mano del embajador.
Otro caso ha sido el protagonizado también por el gobierno ecuatoriano del presidente Lenín Moreno. Más allá de considerarlo una traición, en 2019 retiró el estatus de asilado a Julian Assange, concedido en 2012 por el entonces presidente Rafael Correa, facilitando la entrada de la policía británica en su embajada de Londres para el arresto del periodista, tras siete años de permanecer en sus dependencias.
Si nos remitimos al ataque de la embajada de México en Quito, debemos asumir que los responsables intelectuales y materiales del asalto deberán ser detenidos, juzgados y condenados, así como el ex vicepresidente, Jorge Glas, tendrá que ser entregado a las autoridades diplomáticas que estipule México, mientras se mantenga la ruptura de relaciones diplomáticas, con el fin de garantizar su derecho de asilo, del cual fue despojado por la fuerza.
No corresponde al presidente Daniel Noboa, ni a sus fuerzas armadas o plutocracia, decidir a quién concede México asilo político. Tampoco se puede consentir que el asalto a una embajada se justifique esgrimiendo un malestar por declaraciones de responsables políticos, sean de quien sea y vengan de donde vengan. De ser aceptado dicho argumento, podría considerarse un eximente para violar el derecho internacional, cualquier excusa. [Aunque no se puede dejar de reconocer que probablemente el presidente mexicano tenga razón al sugerir que e[aunque no se puede dejar de reconocer que probablemente el presidente mexicano tenga razón al sugerir que el asesinato de un candidato derechista antes de las últimas elecciones, justo cuando la candidata correista iba arriba cómoda en las encuestas, fue lo que permitió el triunfo del bananero Noboa].
La potestad de conceder asilo político no corresponde a los verdugos, se fundamenta en la necesidad de salvaguardar la vida de quienes se ven abocados a solicitarlo a fin de evitar su encarcelamiento arbitrario, ser sometido a torturas o terminar asesinado. En definitiva, la comunidad internacional debe responder sin ambages a este asalto que evidencia la bajeza moral de quienes lo implementan, canallas que lo patrocinan y políticos que lo justifican.
La colonización de América asesinó a 56 millones de indígenas y cambió el clima mundial
Un singular estudio climático calcula el impacto de la muerte masiva de indígenas y el abandono forzado de tierras de cultivo
Diversos
estudios científicos han analizado desde el punto económico y
demográfico el impacto de la colonización española del continente
americano. La mayor parte de estas investigaciones destacan la
importancia y alcance de este proceso histórico, aunque algunos casos
puntuales se ha banalizado con aspectos como el número de muertos de
población indígena norteamericana a manos de los colonos.
Ahora un nuevo y singular estudio analiza por primera vez el impacto
climático provocado por el abandono de grandes extensiones de tierra a
partir de la llegada de los colonos europeos, resultado de la muerte de
aproximadamente 56 millones de indígenas en los cien años posteriores al
denominado descubrimiento de América.
Los resultados de esta investigación liderada por expertos de la
Universidad de Leeds y la University College London (Reino Unido) han
sido publicado en la revista Quaternary Science Reviews (ed. on line 25 de enero).
Posible preludio de la Pequeña Edad de Hielo
Durante los últimos años se ha estudiado a fondo el impacto climático
de la Revolución Industrial, en especial, por la emisión a la atmósfera
de gases de efecto invernadero y su repercusión en el cambio climático.
Dos siglos antes del inicio de la época del carbón y el petróleo, la
colonización europea de América también dejó un rastro perceptible en el
clima global del planeta.
Los autores del nuevo estudio parten de la base de que, según el
análisis de elementos como el hielo de los glaciares, entre los años
1500 y 1600 la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera
terrestre se redujo entre 7 y 10 partes por millón (ppm); una cantidad
que teóricamente podría representar un descenso global de la temperatura
de 0,15 grados centígrados.
Posiblemente, esta alteración en los gases atmosféricos tendría
relación con la denominada Pequeña Edad de Hielo, un período frío que
abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX.
A partir de los datos sobre concentración de dióxido de carbono en la
atmósfera, los autores del nuevo estudio han analizado la realidad del
continente americano después de la llegada de Cristobal Colón y han
establecido la relación entre la colonización y las condiciones
climáticas.
Las 119 estimaciones de población analizadas por el grupo que
encabeza Alexander Kock indican que antes de 1492 vivían en el Nuevo
Continente aproximadamente 60,5 millones de personas, con una
utilización agrícola y forestal de 1,04 hectáreas por persona.
Las epidemias y las acciones violentas desencadenadas después de la
llegada de los europeos provocaron la muerte, en sólo 100 años, de
aproximadamente el 90% de la población nativa, es decir, unos 55,8
millones de personas.
Los cálculos utilizados en este nuevo estudio indican que el
dramático descenso de la población en América después del inicio de la
colonización europea provocó el abandono masivo de tierras de cultivo.
Buena parte de las tierras de cultivo abandonadas fueron ocupadas de
forma espontánea por vegetación silvestre. El crecimiento de grandes
cantidades de árboles (en estas zonas de cultivos abandonados) supuso la
absorción de parte del carbono de la atmósfera. En concreto, los
autores indican que este proceso de abandono de cultivos y crecimiento
de árboles supuso una disminución de 3,5 partes por millón de dióxido de
carbono en la atmósfera. La retroalimentación de este proceso en el
conjunto del planeta habría llevado a una disminución de 5 ppm de
dióxido de carbono.
Es decir, buena parte del descenso de la concentración de gases de
efecto invernadero registrado entre los años 1500 y 1600 podría
explicarse por la acción indirecta de la colonización europea de
América, concluyen los autores. Artículo científico de referencia: Earth system impacts of the European arrival and Great Dying in the Americas after 1492.
Alexander Koch, Chris Brierley, Mark M.Maslin, Simon L.Lewis.
Quaternary Science Reviews. Volume 207, 1 March 2019, Pages 13-36.
James Petras Peculiaridades del imperialismo estadounidense en América Latina.
Entender el imperialismo como un fenómeno
general pierde de vista su 'modus operandi' en cualquier contexto
específico y significativo
Si bien el ejercicio del poder
imperialista es una estrategia común, sus motivos, instrumentos,
objetivos y participación varían, dependiendo de la naturaleza del
gobernante imperial y el país objetivo.
Venezuela, el objetivo actual del presidente de EEUU, Donald Trump,
es un caso que ilustra las "peculiaridades" de la política imperialista.
Procederemos a delinear los antecedentes, las técnicas y el impacto de
la toma de poder imperial.
Antecedentes históricos
EEUU tiene una larga historia de intervención en Venezuela,
principalmente para obtener el control de su riqueza petrolera. Durante
la década de 1950, Washington respaldó una dictadura militar, dirigida
por Pérez Jiménez, hasta que fue derrocada por una alianza masiva de
partidos socialistas revolucionarios, nacionalistas y socialdemócratas.
Washington no pudo y no intervino; en cambio, se alió con los partidos
Acción Democrática (AD) de centro-izquierda y COPEI de centro-derecha,
que procedieron a declarar la guerra contra la izquierda radical. Con el
tiempo, los EEUU recuperaron la hegemonía hasta que la economía entró
en crisis en la década de 1990, lo que condujo a levantamientos
populares y masacres estatales.
Los EEUU no intervinieron inicialmente ya que consideraban que podían
cooptar a Hugo Chávez porque no estaba afiliado a la izquierda. Además,
los EEUU estaban militarmente comprometidos con los Balcanes
(Yugoslavia) y el Medio Oriente y se preparaban para las guerras contra
Irak y otros países nacionalistas que se oponían a Israel y apoyaban a
Palestina.
Usando el pretexto de una amenaza terrorista global, Washington
exigió la subordinación a su declaración de una "guerra mundial contra
el terrorismo".
El presidente Chávez no se sometió. Declaró que "uno no lucha contra
el terrorismo con el terrorismo". Los EEUU decidieron que la declaración
de independencia de Chávez era una amenaza para la hegemonía
estadounidense en América Latina y más allá. Washington decidió derrocar
al presidente electo Chávez, incluso antes de nacionalizar la industria
petrolera de propiedad estadounidense.
En abril de 2002, los EEUU organizaron un golpe militar-corporativo,
que fue derrotado en cuarenta y ocho horas por un levantamiento popular
respaldado por sectores militares. Un segundo intento de derrocar al
presidente Chávez fue puesto en marcha por los ejecutivos del petróleo a
través de un cierre patronal. Fue derrotado por los trabajadores
petroleros y los exportadores de petróleo de ultramar. La revolución
nacional-populista de Chávez procedió a nacionalizar las corporaciones
petroleras que apoyaron el "cierre patronal".
Los fallidos golpes de estado llevaron a Washington a adoptar
temporalmente una estrategia electoral fuertemente financiada a través
de fundaciones y ONG controladas por Washington. Las repetidas derrotas
electorales llevaron a Washington a cambiar a boicots electorales y
campañas de propaganda diseñadas para deslegitimar el éxito electoral
del presidente Chávez.
Los fallidos esfuerzos de Washington por restaurar el poder
imperialista se desbordaron. Chávez aumentó su apoyo electoral, expandió
el control estatal sobre el petróleo y otros recursos y radicalizó su
base popular. Además, Chávez aseguró cada vez más el respaldo de sus
políticas antiimperialistas entre el gobierno y los movimientos en toda
América Latina y aumentó su influencia y vínculos en todo el Caribe al
proporcionar petróleo subsidiado.
Si bien los comentaristas atribuyeron el apoyo y la influencia masiva
del presidente Chávez a su carisma, las circunstancias objetivas
propias de América Latina fueron decisivas. La derrota de la
intervención imperialista por el presidente Chávez puede atribuirse a
cinco objetivos y condiciones.
1. La profunda participación de EEUU en múltiples guerras prolongadas
al mismo tiempo, incluso en Oriente Medio, el sur de Asia y el norte de
África, distrajo a Washington. Además, los compromisos militares de
EEUU con Israel socavaron los esfuerzos de EEUU para reenfocarse en
Venezuela.
2. La política de sanciones de EEUU tuvo lugar durante el auge de las
materias primas entre 2003 y 2011, que proporcionó a Venezuela los
recursos económicos para financiar programas sociales nacionales y
neutralizar los boicots locales por parte de aliados de los EEUU.
3. Venezuela se benefició de las crisis neoliberales de la década de
1990-2001 que llevaron al surgimiento de gobiernos populares nacionales
de centro-izquierda en toda la región. Este fue especialmente el caso de
Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia y Honduras. Además, los regímenes
"centristas" en Perú y Chile se mantuvieron neutrales. Más aun,
Venezuela y sus aliados aseguraron que EEUU no controlara las
organizaciones regional.
4. El presidente Chávez como ex oficial militar aseguró la lealtad de
los militares, socavando los planes de EEUU para organizar golpes de
estado.
5. Las crisis financieras mundiales de 2008-2009 obligaron a los EEUU
a gastar varios billones de dólares para rescatar a los bancos. Las
crisis económicas y la recuperación parcial fortalecieron la mano del
Tesoro y debilitaron la influencia relativa del Pentágono.
En otras palabras, si bien las políticas imperiales y los objetivos
estratégicos se mantuvieron, la capacidad de los EEUU para perseguir las
conquistas se vio limitada por condiciones objetivas.
Circunstancias que favorecen las intervenciones imperiales
Las circunstancias inversas que favorecen al imperialismo se pueden
ver en tiempos más recientes. Estos incluyen cuatro condiciones:
1. El fin del auge de las materias primas debilitó las economías de
los aliados de centro-izquierda de Venezuela y llevó al surgimiento de
regímenes de extrema derecha, peones dirigidos por los EEUU, así como a
aumentar las actividades golpistas de los opositores respaldados por los
EEUU del recientemente electo Presidente Maduro.
2. La falta de diversificación de las exportaciones, los mercados,
los sistemas financieros y distributivos durante el período expansivo
condujo a una disminución en el consumo y la producción y permitió que
el imperialismo atrajera a los votantes, especialmente consumidores de
clase media y media baja, empleados, comerciantes, profesionales y
empresarios.
3. El Pentágono transfirió su enfoque militar de Medio Oriente a
América Latina, identificando peones militares y políticos entre
regímenes clave, a saber, Brasil, Argentina, Ecuador, Perú y Chile.
4. La intervención política de Washington en los procesos electorales
de América Latina abrió la puerta a la explotación económica de los
recursos y al reclutamiento de aliados militares para aislar y rodear a
la Venezuela nacionalista y populista.
Las condiciones externas objetivas favorecieron la búsqueda imperial
de dominación de Washington. Las configuraciones de poder oligárquicas
domésticas reforzaron la dinámica de la intervención imperial, la
dominación política y el control sobre la industria petrolera.
El declive de los ingresos petroleros de Venezuela, la movilización
de la base electoral de la élite y su sabotaje sistemático de producción
y distribución tuvieron un efecto multiplicador. Los medios de
comunicación y la autoproclamada derecha electoral abrazaron el golpe de
estado de extrema derecha de EEUU que manipuló la retórica democrática y
humanitaria.
Washington incrementó las sanciones económicas para matar de hambre a
los partidarios chavistas de bajos ingresos y movilizó a sus peones
europeos y latinoamericanos para exigir la rendición de Venezuela
mientras planeaba un sangriento golpe militar.
La etapa final del golpe militar planificado y organizado por los EEUU requirió tres condiciones:
1. Una división dentro del ejército proporciona al Pentágono y a los
planificadores del golpe de estado una "cabeza de puente" y un pretexto
para una invasión "humanitaria" de los EEUU.
2. Un liderazgo político negociador, que persigue diálogos políticos con adversarios que se preparan para la guerra.
3. La congelación de todas las cuentas en el extranjero y el cierre
de todos los préstamos y mercados de los que Venezuela sigue
dependiendo.
Conclusión
El imperialismo es un aspecto central del capitalismo global
estadounidense. Pero no puede lograr sus objetivos y medios cuándo y
cómo lo desee. Los cambios globales y de régimen en la correlación de
fuerzas pueden frustrar y retrasar el éxito imperial.
Los golpes pueden ser derrotados y convertidos en reformas radicales.
Las ambiciones imperialistas pueden ser contrarrestadas por políticas
económicas exitosas y una alianza estratégica.
América Latina ha sido propensa a los golpes de Estado y las
intervenciones militares. Pero también es capaz de construir alianzas
regionales, de clase e internacionales.
A diferencia de otras regiones y objetivos imperiales, América Latina
es terreno para las luchas de clase y antiimperialistas. Los ciclos
económicos acompañan el ascenso y la caída de las clases y, como
consecuencia, el poder imperial avanza y se retira.
La intervención de los EEUU en Venezuela es la guerra más larga de
nuestro siglo (dieciocho años), superando la invasión estadounidense de
Afganistán e Irak. El conflicto también ilustra cómo los EEUU confían en
peones regionales y aliados en el extranjero para brindar cobertura a
las tomas de poder imperiales.
Si bien los golpes son frecuentes, sus consecuencias son inestables:
los peones son débiles y los regímenes están sujetos a un levantamiento
popular.
Los golpes estadounidenses contra los regímenes populares conducen a
masacres sangrientas que no logran asegurar una consolidación a gran
escala a largo plazo.
Estas son las "peculiaridades" de los golpes de América latina. Artículo original: https://petras.lahaine.org/peculiarities-of-us-imperialism-in-latin/. Traducido para La Haine por José Luis Ríos Vera.
Emmanuel Macron, Pedro Sánchez, Angela Merkel y Theresa May no tienen ningún derecho a dar un ultimátum a Venezuela
El sábado 26 de enero de 2019, Emmanuel Macron, Pedro
Sánchez, Angela Merkel y Theresa May dieron al Gobierno venezolano 8
días para convocar elecciones. Transcurrido este plazo, si el Gobierno
venezolano no cumple con este mandato, Macron, Sánchez, Merkel y May
anuncian que reconocerán a Juan Guaidó, quien se autoproclamó presidente
de Venezuela el 23 de enero de 2019.
Al día siguiente del
ultimátum, el Presidente francés inició una visita oficial de tres días a
Egipto para apoyar una vez más al mariscal Abdel Fattah al-Sissi, que
dirige un régimen dictatorial similar o incluso peor que el de Hosni
Mubarak, derrocado por el pueblo en febrero de 2011. El mariscal
al-Sissi tomó el poder en 2013 mediante un golpe de Estado, desviando y
sofocando las aspiraciones de los que se habían levantado en masa para
derrocar a Mohamed Morsi, y es mimado por el Presidente francés.
Sissi es responsable de una represión masiva y brutal. Decenas de miles
de presos políticos permanecen en las cárceles egipcias, los tribunales
militares han impuesto la pena de muerte a cientos de opositores, las
organizaciones de derechos humanos denuncian la persecución masiva y
cientos de ejecuciones extrajudiciales de activistas sindicales y otros
activistas, así como de periodistas independientes del régimen. El
régimen de Sissi organizó literalmente el terror en Egipto y Macron lo
visitó, lo apoyó y le vendió armas. Los gobiernos británico, español y
alemán también venden armas y apoyan a Sissi.
En cuanto al
régimen español, cabe recordar que José María Aznar, jefe del Gobierno
español de 1996 a 2004, apoyó el golpe de Estado contra Hugo Chávez en
abril de 2002. Siguiendo el ejemplo de Aznar, Pedro Sánchez humilla al
pueblo español amenazando al presidente electo Nicolás Maduro con el
reconocimiento del autoproclamado presidente Guaidó, apoyado
directamente por Washington y los peores gobiernos latinoamericanos.
Ninguno de estos cuatro gobiernos europeos denuncia el asesinato
sistemático de líderes sociales y las violaciones del acuerdo de paz en
Colombia.
La izquierda tiene múltiples razones para expresar
fuertes críticas al Gobierno de Nicolás Maduro. Entre ellas deben ser
mencionadas: la continuación del pago de la deuda
externa en lugar de declarar una moratoria y utilizar los recursos
financieros así ahorrados para abordar mejor la crisis humanitaria que
enfrenta el pueblo venezolano. El CADTM ya había instado al Gobierno
venezolano en 2016 a realizar una auditoría de la deuda con la
participación de los ciudadanos ( http://www.cadtm.org/CADTM-AYNA-exhorta-y-ofrece-apoyo ).
Se justifican de igual modo otras críticas de izquierda a la política
del Gobierno de Maduro: la ausencia de una lucha contra la fuga de
capitales organizada con la complicidad de las más altas autoridades
administrativas y gubernamentales, la continuación del modelo de
exportación extractivista que favorece el agotamiento de los recursos
naturales del país, la represión contra los delegados sindicales y otros
activistas, el desarrollo de políticas clientelistas y el
funcionamiento de una asamblea constituyente que no responde a las
expectativas que había suscitado su elección.
Pero como
activistas de izquierda, respetamos el derecho de los pueblos a la
autodeterminación y no podemos aceptar en ningún caso un ultimátum como
el de Macron, Sánchez, Merkel y May e igualmente debemos oponernos con
el mayor vigor posible a la política de Washington y del grupo de Lima.
Debemos denunciar el golpe del autoproclamado presidente Guaidó.
Eric Toussaint es maître de conférence
en la Universidad de Lieja, es el portavoz de CADTM Internacional y es
miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia. Es autor de diversos
libros, entre ellos: Bancocracia Icaria Editorial, Barcelona 2015,, Procès d’un homme exemplaire , Ediciones Al Dante, Marsella, 2013; Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad , Icaria, 2010; La Deuda o la Vida (escrito junto con Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global , El Viejo Topo, Barcelona, 2010; La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos , Gakoa, 2002. Es coautor junto con Damien Millet del libro AAA, Audit, Annulation, Autre politique, Le Seuil, París, 2012. Coordinó los trabajos de la Comisión de la Verdad Sobre la Deuda ,
creada por la presidente del Parlamento griego. Esta comisión funcionó,
con el auspicio del Parlamento, entre abril y octubre de 2015. El nuevo
presidente del Parlamento griego anunció su disolución el 12 de
noviembre de 2015. A pesar de ello, la comisión prosiguió sus trabajos y
se constituyó legalmente como una asociación sin afán de lucro.
Fuente: http://www.cadtm.org
Pese a sus fracasos, EU sigue la ofensiva internacional contra Venezuela
Aram Aharonian
Donald Trump, entrampado en su propia crisis política provocada por
múltiples investigaciones por corrupción, colusión con intereses
extranjeros y obstrucción de justicia que podría poner en duda su
legitimidad, intervino en la crisis en Venezuela mediante un plan
desarrollado en semanas recientes con gobiernos aliados y la oposición
venezolana, coordinado a los más altos niveles en Washington.
Pero mientras la escalada golpista continúa y Trump debió abdicar de
lograr 5.700 millones de dólares para construir “su” muro en la frontera
sur con México para romper el cierre administrativo, Venezuela y EU
establecerán una Oficina de Intereses en cada capital tras la ruptura de
las relaciones bilaterales, que podrá atender trámites migratorios y
otros temas de interés bilateral en apego al derecho internacional.
Con miras a este objetivo, Venezuela informó que se ha autorizado la
permanencia de personal remanente de cada misión, quienes durante el
plazo acordado (30 días) continuarán amparados por las prerrogativas
diplomáticas.
Como un golpe de estado han sido calificados dos hechos políticos que
ocurrieron en forma casi simultánea -evidentemente estaban previamente
acordados por sus factores determinantes- lo que no permite saber cuál
pudo ser primero, si la autojuramentación de Guaidó o las garantías de
reconocimiento inmediato ofrecidas por Estados Unidos.
“Sea un golpe de nuevo tipo que experimenta EU o un golpe en
desarrollo, lo que también es cierto es que se trata de un golpe chucuto
(mocho, incompleto) pues no lograron derrocar al gobierno legítimo y
constitucional que presidirá Maduro hasta el 2025”, señala l director de
Últimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel.
En caso de no alcanzarse el acuerdo en el plazo perentorio de treinta
días, ambas misiones cesarán actividades y ambos Estados procederán a
designar el ente que cada cual escogerá para confiarle sus respectivos
intereses, debiendo el personal remanente abandonar el territorio de
cada país dentro de las siguientes setenta y dos horas posteriores al
vencimiento del referido plazo.
Venezuela vive tiempos de incertidumbre pero también de indignación
ante lo sucedido. A pesar de los llamados e intentos de diálogo, en el
corto plazo luce derrotada esa estrategia. La realidad virtual mostrada
por los grandes medios hegemónicos cartelizados (grandes marchas,
resistencia activa al gobierno) dista mucho de la realidad-real. La
confrontación parece haber saltado a una delicada fase de violencia
(contenida aún), tanto por razones internas como por la injerencia
externa.
En
tan graves momentos, nadie puede ser indiferente, ni practicar la
indignación pasiva desde una superioridad crítica, ni evadir o negar su
responsabilidad política, al igual que las consecuencias de sus actos,
señala la socióloga Maryclén Stelling. Es muy grave la estrategia de
sectores políticos de oposición que se acogen a que «no hay
alternativa», apostando irresponsablemente a salidas violentas
promovidas desde el exterior; avalando un golpe de estado, promoviendo
una guerra civil, anhelando una invasión.
Pero también es igualmente peligroso cobijarse cómodamente en la
cultura de la indiferencia en relación a lo público, y hacer de la
banalización de la política una ley de vida o de sobrevivencia, basada
en el desprecio al otro y a los supuestos “perdedores”. El enemigo no es
necesariamente externo o se resume al adversario político. El enemigo
también está en casa y ello ha producido un desgaste en la legitimidad,
la credibilidad, la esperanza y en la confianza, añade la prestigiosa
socióloga.
Ante la profunda crisis de carácter multidimensional, se ha impuesto
la lógica económica y la muy invasiva lógica transmedia que ha
colonizado el espacio público. La crisis traspasa preintencionalmente
los límites nacionales y alcanza dimensiones geopolíticas, complejizando
la situación interna y la solución de la misma, dejando la sensación de
que quedó en manos de potencias extranjeras y no de los venezolanos.
El plan Pompeo-Abrams
Para
continuar con ese plan contra el gobierno constitucional de Caracas, el
secretario de Estado Mike Pompeo nombró como emisario para restaurar la
democracia a un veterano del intervencionismo: Elliot Abrams, quien fue
una de las figuras centrales del escándalo conocido como Irán-contra
durante la presidencia de Ronald Reagan, y acusado de ocultar
información al Congreso de esa iniciativa ilegal para trasladar fondos
de ventas secretas de armas a los contra en Nicaragua (recibió un indulto presidencia).
Abrams también fue clave en la política intervencionista de apoyo a
los regímenes de El Salvador y Guatemala y sus escuadrones de muerte,
justificando o negando las graves violaciones de derechos humanos. Años
después ocupó altos puestos de relaciones exteriores como asesor de
George W. Bush. Durante ese periodo él sabía y envió mensajes de apoyo
al intento del golpe contra Hugo Chávez en 2002, reportó ese año The Observer.
El régimen de Donald Trump, entrampado en su propia crisis política
provocada por múltiples investigaciones por corrupción, colusión con
intereses extranjeros y obstrucción de justicia que podría poner en duda
su legitimidad, intervino en la crisis en Venezuela mediante un plan
desarrollado en semanas recientes con gobiernos aliados y la oposición
venezolana, coordinado a los más altos niveles en Washington.
Para continuar con ese plan, el secretario de Estado Mike Pompeo
nombró como emisario para restaurar la democracia a un veterano del
intervencionismo: Elliot Abrams, quien fue una de las figuras centrales
del escándalo conocido como Irán-contra durante la presidencia
de Ronald Reagan, y acusado de ocultar información al Congreso de esa
iniciativa ilegal para trasladar fondos de ventas secretas de armas a
los contra en Nicaragua (recibió un indulto presidencia).
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov,
denunció que la política estadounidense con Venezuela, así como con
otros países, es tan destructora que no necesita pruebas… Los
llamamientos abiertos a un alzamiento están a la vista de todos. Son
acciones inadmisibles y socavan los principios de la Carta de la
Organización de Naciones Unidas (ONU).
La agencia estadounidense de noticias AP narra la “epopeya” del
cowboy Guaidó, quien viajó a mediados de diciembre “silenciosamente” a
Washington, Colombia y Brasil –“se escabulló a través de la frontera sin
ley con Colombia”- para informar a los funcionarios sobre la estrategia
de la oposición de manifestaciones masivas para que coincidiera con el
esperado juramento de Maduro para un segundo mandato el 10 de enero,
según el exalcalde de Caracas (fugado y exiliado) Antonio Ledezma.
Las largas sesiones de mensajes de texto cifrados se convirtieron en
la norma, dijo Ledesma, una rutina que era usada para comunicarse con el
mentor político de Guaidó y Leopoldo López (en arresto domiciliario,
acusado de ser autor intelectual de la muerte de varias personas en el
terrorismo callejero de 2014).
“Esta es la primera vez en al menos cinco años que la oposición ha
demostrado su capacidad para unirse de alguna manera significativa”,
dijo un funcionario canadiense de alto rango a la AP, que obviamente no
revela su fuente (de existir). La decisión de confrontar directamente a
Maduro solo fue posible gracias al fuerte apoyo de la administración
Trump, que dirigió a un coro de gobiernos latinoamericanos
mayoritariamente conservadores que reconocieron de inmediato a Guaidó.
“Trump personalmente ha provocado mucho de esto”, dijo Frnando Cutz,
ex asesor senior de seguridad nacional en América Latina tanto para el
presidente Barack Obama como para Trump y ahora con Cohen Group, una
firma consultora de Washington. “Literalmente, en cada interacción que
ha tenido con los líderes latinoamericanos desde que asumió el cargo,
menciona a Venezuela. Eso ha forzado muchas manos”.
El ministro para la Comunicación, Jorge Rodríguez, mostró este
viernes 25 de enero un video como “prueba” de la reunión que
sostuviera Juan Guaidó, quien se proclamó presidente encargado de
Venezuela el pasado miércoles, con el presidente de la Asamblea Nacional
Constituyente, Diosdado Cabello y el coordinador de los
Clap, Freddy Bernal, en la entrada del Hotel Lido. Aseguró que la
oposición se encuentra realizando “falsos positivos” como parte de una
guerra psicológica.
“Toda esta operación que han montado de falsos positivos, de guerra
psicológica, de invisibilización no es más que una inmensa mentira (…)
No pueden sostener el montaje que hicieron ante el país y el mundo”,
apuntó.
Un condenado halcón mentiroso
El jefe de la diplomacia estadounidense y exdirector de la CIA, Mike
Pompeo, nombró a Elliott Abrams como emisario para “restaurar la
democracia” en Venezuela. Abrams, un diplomático que trabajó con los
presidentes republicanos Ronald Reagan y George W. Bush, es recordado
por haber sido condenado por el escándalo Irán–Contras en 1985-86,
mientras servía a Reagan, pero fue indultado por George H. W. Bush.
El nombramiento de Abrams soreprendió a los analistas en Washington:
Trump rechazó su candidatura en 2017 para ser subsecretario de Estado,
no por sus antcedentes criminales, sino después de enterarse de que
Abrams lo había criticado. Es ferozmente pro-israelí y como asesor
adjunto de seguridad nacional en el gobierno de George W. Bush fue
fundamental en la política de Washington para Medio Oriente, incluido el
apoyo a la invasión de Estados Unidos a Irak.
Abrams es uno de los miembros del proyecto neoconservador del Think
Tank para el nuevo siglo americano, adalid de la supremacía
norteamericana y el planeamiento de la guerra en Irak. Y si le faltaba
alguna mancha, es también director de la Fundación Nacional para la
Democracia (NED), financista de las operaciones de desestabilización de
la oposición venezolana, pero también de la nicaragüense, la boliviana y
la cubana.
Pompeo dijo que la primera tarea de Elliot será acompañarlo a la
reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU para intentar que
el organismo reconozca la autoridad de Guaidó. “No me sorprendería que
terminara viajando por la región”, amenazó el secretario de Estado.
Aram Aharonian Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración.
Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración
Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico CLAE.
Los militares brasileños, el expansionismo, las fronteras ideológicas y la alianza con EEUU
Aram Aharonian
Las aspiraciones geopolíticas de Brasil desde su restricción
regional, centrada en convertirse en satélite privilegiado de EEUU para
hegemonizar Sudamérica, hasta sus devaneos globales contemporáneos, pese
a los retos internos como la pobreza extrema, 12 millones de
desempleados, el hambre, la desnutrición.
Los militares brasileños, “reacios” al plan del nuevo presidente Jair
Bolsonaro de albergar bases militares de Estados Unidos (en Alcántara,
la frontera noreste, la Triple Frontera con Argentina y Paraguay o la
Amazonia), lograron que, por el momento y a apenas nueve días desde la
toma de mando, desistiera de sus planes. La decisión fue anunciada por
el ministro de Defensa, general Fernando Azevedo e Silva, tras la
repercusión negativa entre la cúpula militar.
En los primeros diez días en el poder y su relación amorosa con las
Fuerzas Armadas también parece haberse deteriorada. No habrá cesión de
territorios a EEUU por ahora, pero para satisfacer a la poderosa bancada
ruralista del Congreso (representando de terratenientes ,
trasnacionales y del negocio agroindustrial exportador), el Instituto
Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra) ordenó suspender
todos los proyectos de atribución de tierras en el país para
asentamientos familiares.
El Incra ordenó detener los procesos de adquisición, enajenación u
otra forma de obtención de tierras para el programa nacional de reforma
agraria (suspensión de un proyecto en curso desde los años 19709,
medida que afecta a mil 700 procesos abiertos en el país para
identificar y delimitar territorios de afrodescendientes y pueblos
originarios.
Bolsonaro firmó un decreto con el cual el Incra dejó de pertenecer a
la Casa Civil de la Presidencia para pasar a ser parte del Ministerio de
Agricultura. Alexandre Conceição, de la dirección nacional del
Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra, advirtió que la medida
agravará la situación en el campo y traerá mayores conflictos. Ceder territorios
Al asumir la presidencia, el mandatario ultraderechista afirmó que
analizaba la posibilidad de ceder espacio territorial para instalación
de bases de EEUU en territorio brasileño, un anuncio que sorprendió al
ministerio de Defensa y a la alta oficialidad.
Los mandos consideraron que es innecesaria e inoportuna, que no está
afinada a la política nacional de Defensa y podría complicar las
delicadas discusiones bilaterales para el uso del Centro de Lanzamiento
de Alcántara, de la Fuerza Aérea, en el estado Maranhao, para el
posicionamiento de satélites: los brasileños quieren vender servicios en
régimen de cooperación y no ceder el control de la base.
Base de Alcántara
Bolsonaro, en entrevista con la cadena SBT, admitió una aproximación
bélica con Washington, en una agenda que quiere diseñar cara a cara con
Donald Trump. Según Matias Spektor, de la Fundación Getulio Vargas, la
instalación de una base se traduciría en altos costos financieros y para
justificarlos sería necesario un escenario en el cual Washington
intentara una intervención militar o defender la región de otra
potencia.
En la entrevista, Bolsonaro habló de la supuesta intención “de la
dictadura de Maduro, y –dijo- Brasil debe preocupase”. Por su parte,
EEUU está preocupado por el aumento de las presencias china y rusa en la
región y una base transformaría la dinámica regional. Lo cierto es que
ningún otro país latinoamericano va en ese sentido, lo que crearía
sospechas en el relacionamiento de Brasilia con sus vecinos, mientras
transforma a Brasil en aliado de EEUU, señala Spektor.
Paradojalmente, las bases de EEUU en Brasil llegaron en el ámbito de
la participación en los combates al nazifascismo con la Fuerza
Expedicionaria Brasileña (FEB), al comienzo de la década de 1940. El
temor cobró fuerza cuando al final de 1941 los japoneses atacaron Pearl
Harbor y EEUU –convertido en beligerante- presionó a Brasil a negociar
el uso de las bases de Belém, Natal e Recife, a lo que no se opuso el
presidente Getúlio Vargas
Después de la Segunda Guerra Mundial del siglo XX, las bases
estadounidenses fueron blanco de un duro embate entre la derecha y el
Partido Comunista do Brasil, liderado por Luiz Carlos Prestes, que
movilizó grandes masas para exigir la devolución de las instalaciones
militares y navales, en defensa de la soberanía del país y contra la
presencia de los militares norteamericanos.
Bolsonaro es un partidario acérrimo de la política del presidente
estadounidense, Donald Trump, al punto de que lo apodan el Trump
brasileño, y no escatima esfuerzos para fortalecer sus lazos con
Washington. Los dos presidentes han sido acusados de misóginos,
racistas, xenófobos y enemigos de la prensa tradicional e independiente,
entre otras acusaciones.
Las tesis del expansionismo brasileño y su política
exterior, netamente colonialista, no son nuevas. Si bien uno puede
remontarse a su “independencia”, éstas tomaron especial vuelo durante la
dictadura militar-empresarial de 1964-1985, donde el general Golbery do
Couto e Silva –autor en 1966 de Geopolitica do Brasil- se convirtió en
el teórico de la dictadura (y luego también de la apertura democrática,
con la fragmentación total de la oposición civil en varios partidos).
Golbery do Couto e Silva y la teor´pia de los hechos consumados
Pero, incluso en los años de los gobiernos del Partido de los
Trabajadores (2002-2017), pasaron a proliferar entre los militares de
derecha (en las escuelas Superior de Guerra y de Estado Mayor de las
Fuerzas Armadas) y también entre los diplomáticos brasileños, teorías
sobre el papel hegemónico que estaría reservado a Brasil en América del
Sur.
De esos estudios surgieron varias teorías netamente expansionistas
que fueron motor de la dictadura: las de las fronteras ideológicas, la
de la Fuerza Interamericana de Paz, la del gendarme mantenedor del orden
continental, la del satélite privilegiado, la del destino manifiesto de
Brasil al sur del Caribe, la de su vocación rioplatense, la de que las
fronteras brasileñas deben estar en los Andes, la de las aperturas
hacia el Pacífico, la del puerto libre en el Caribe, la del control del
Atlántico Sur, la de la instalación en la Antártida, la de heredar las
excolonias lusas de África, etcétera.
Pero también surgieron de allí los frenos a los procesos de
integración latinoamericanos y caribeños, con el desmantelamiento del
Mercado Común del Sur (Mercosur), la Unión de Naciones Sudamericanas
(Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac),
aun cuando fue, con Lula da Silva, uno de los promotores del fracaso
del Área de Libre Comercio de América Latina (ALCA), que proponía
Estados Unidos.
Hoy, aquellas viejas tesis y teorías parecen haber reflotado con el
gobierno de Jair Bolsonaro, quien cree que la Unión Soviética aún existe
y por ello hay que combatir al comunismo. Y por eso incluso ha
amenazado con intervenir militarmente contra Venezuela. Las fronteras ideológicas y el satélite privilegiado
Cuando analizamos las posiciones de Brasil en relación con sus
vecinos, que llegan hasta a las amenazas más o menos veladas de
intervención militar, es necesario volver a analizar la teoría del
satélite privilegiado o del subimperialismo brasileño y la tesis de las
fronteras ideológicas, señalaba en 1971 el analista y politólogo
brasileño Paulo Schilling.
La idea básica de la integración latinoamericana bajo la tutela
norteamericana fue expuesta crudamente por N. J. Spykman, uno de los
teóricos geopolíticos más influyentes en Estados Unidos: “Todo lo que no
sea forjar una Grossraumwirtschaft -el gran espacio vital- que
incorpore todo el continente en base a una economía planificada, con
producción controlada y dirección centralizada del comercio
internacional, no podrá sobrevivir ( …). Ninguno de los estados
latinoamericanos se avendría a realizar de buen grado los cambios
imprescindibles para crear esa economía regional ( … ). Solamente la
conquista del hemisferio por EEUU y la implacable destrucción de las
economías nacionales ahora existentes podría realizar la integración
necesaria”., señalaba.
Partiendo de la estrategia estadounidense, los teóricos geopolíticos
de la Escuela Superior de Guerra brasileña procuraron adaptarse a lo que
parecía ser una fatalidad ineludible, tratando simultáneamente de
asegurar para Brasil una situación privilegiada.
El general Golbery do Couto e Silva, el gran teórico de la
geopolítica durante la dictadura y de la Sorbonne, exponía así el
problema: “Las naciones pequeñas se ven de la noche a la mañana
reducidas a la condición de estados pigmeos y ya se prevé su melancólico
fin, bajo los planes de inevitables integraciones regionales; la
ecuación de poder en el mundo se reduce a un pequeño número de factores,
y en ella se perciben solamente pocas constelaciones feudales – estados
barones- rodeadas de estados satélites y vasallos (…). No hay otra
alternativa para nosotros sino aceptarlos (los planes de integración del
imperio) y aceptarlos conscientemente…”
“(…) Brasil parece estar en condiciones superiores, por su economía
no competitiva con la economía de Estados Unidos, por su larga y
comprobada posición de amistad y, sobre todo, por los recursos decisivos
de que dispone, para una ‘bargaña ( canje) leal’ (… )”, y proponía
concretamente “una alianza que, por otro lado, traduzca el
reconocimiento de la real estatura de Brasil en el Atlántico Sur,
poniendo término a cualquier política bifrontal y acomodaticia con
relación a nuestro país y a la Argentina … “.
En resumen, según los geopolíticos de la “Sorbonne”, Estados Unidas
deberían reconocer el destino manifiesto de Brasil en América del Sur,
eligiéndolo “satélite privilegiado”: “También Brasil puede invocar un
destino manifiesto tanto más cuanto que éste no choca, en el Caribe, con
el de nuestros hermanos del Norte”.
Con el golpe militar del 1º de abril de 1964 y la eliminación de las
fuerzas nacionalistas populares, las tesis de la Escuela Superior de
Guerra pasaron a constituir la estrategia de ltamaratí, la cancillería
brasileña, para América latina. Los militares de derecha brasileños
-partiendo del dogma castrense de la necesidad de unidad de comando- se
prepararan para la ingrata tarea que les fuera atribuida por el
Pentágono y por los monopolios norteamericanos, dentro de su estrategia
global de entonces, de lucha contra el comunismo.
Brasil Golpe de 1964
La idea de la creación de un estado militarista subdesarrollado al
servicio del plan imperialista de integración latinoamericano y del
mantenimiento de la paz imperial, podría ser entonces puesta en
práctica, señalaba Schilling.
La piedra angular de la “doctrina de la Sorbonne” (inteligencia
vernácula) era la bipolarización mundial entre Washington y Moscú y la
inevitabilidad de la tercera guerra mundial. Para “mantenerse fiel a su
formación occidental y cristiana”, no le quedaría a Brasil otra
alternativa que la incorporación total e incondicional al bloque
occidental, o sea, a Estados Unidos.
Otro de los hombres de la “Sorbonne”’, el mariscal presidente Castelo
Branco, analizaba la situación así: “En la presente coyuntura de una
confrontación del poder bipolar, con radical divorcio
política-ideológico entre los dos respectivos centros de poder, la
preservación de la independencia presupone la aceptación de un cierto
grado de interdependencia, ya sea en el campo militar o en el político.
Consideramos nuestro deber optar por una íntima colaboración con el
sistema occidental, en cuya preservación repasa la propia supervivencia
de nuestras condiciones de vida y dignidad humana”.
El diario O Globo, reflejando los puntos de vista oficiales de la
dictadura de Castelo Branco, aconsejaba “deshacerse de interpretaciones
anticuadas sobre la soberanía absoluta por incompatibles con el derecho
internacional y principalmente con el derecho de gentes (…). Las
modernas doctrinas de soberanía condenan el culto idólatra e irracional
de la soberanía y afirman el concepto de la soberanía relativa”.
Vasco Leitao da Cunha, el, ministro de Relaciones Exteriores de
Castelo Branco, establecía de la siguiente manera la tesis de las
fronteras ideológicas de Itamaraty: “Las fronteras físicas entre los
países americanas son anticuadas: la hora exige el sacrificio de una
parte de la soberanía nacional; la interdependencia deberá sustituir a
la independencia”.
En un documento confidencial -AAA 520.1 (22) (del ministerio de
Relaciones Exteriores) -, divulgado por Tribuna da Imprensa 11,
Itamaratí aceptaba totalmente la tesis estadounidense de integración
continental, no sólo en el terreno económico, político y cultural sino
también en el militar: ” El principio de interdependencia debe tener
sentido práctico, tanto en la propuesta alianza como en la Organización
de los Estados Americanos -OEA-, que se podría enca
Castello Branco
rgar de ciertos deberes, obligaciones y derechos hasta ahora de
competencia exclusiva de los gobiernos de los respectivos países”.
La Fuerza Interamericana de Paz -FIP-, entonces en estudio, era
definida así por el ministro Leitao da Cunha: “La idea precisamente de
una fuerza de paz es la que preside la organización de un cuerpo de
bomberos. Por lo tanto, es una idea de cooperación, de pacificación. No
es una idea bélica. La fuerza de paz nunca puede tener un objetivo
bélico. Ella puede, en un momento determinado, si fuera atacada, tener
que emplear sus armas para defenderse. Pero eso también lo hace la
policía y el propio cuerpo de bomberos: cuando hay pánico en un
incendio, tiene a veces que usar sus armas”.
La política de intervención militar del Brasil en países del
continente que son considerados sus áreas estratégicas, fue intensa y
profundamente debatida por la Escuela Superior de Guerra. Un documento
secreto divulgado en la época por el semanario uruguayo Marcha, colocaba
la preocupación de los militares brasileños respecto a la “subversión”
en los países limítrofes.
Durante el gobierno de Castelo Branco Brasil estuvo a punto de poner
en práctica la tesis intervencionista en relación con Uruguay, entonces
“convulsionado por intensa agitación sindical”.
Hermano Alves, en el Correio da Manha, describía cómo el general
comandante del III Ejército Justino Alves Barros”traducía” en lenguaje
popular la complicada filosofía geopolítica de la “Sorbonne”: “El
llamado principio de autodeterminación de los pueblos sirvió solamente a
los comunistas. Yo mismo era contrario a la política entonces seguida
por Itamaratí y que resultó en la pérdida de Cuba para el mundo
democrático, en favor de los soviéticos. Aseguro, sin embargo, que no
habrá nueva Cuba en América latina a despecho de la ofensiva comunista
en Santo Domingo, en Bolivia y en otros países del continente…”.
En lo económico, los planes integracionistas se desarrollaban,
aparentemente, también sin mayores obstáculos. El esquema elaborado en
Wall Street y aprobado prácticamente por unanimidad (regístrase la única
excepción de Ecuador), en Punta del Este, bajo la batuta personal de
Lyndon Johnson, era perfecto. Con la institución del Mercado Común
Latinoamericano, desaparecerían las fronteras económicas, haciendo más
racional la explotación del continente sur por los monopolios
estadounidenses.
El enorme complejo industrial yanqui instalado en Sao Paulo, fue
planeado con miras al mercado común. Al contrario de la estrategia
inglesa para América latina (dividir para explotar mejor), la
estadounidense se basaba en el principio de que hay que integrar para
explotar mejor, más racionalmente.
El fracaso de los planes integracionistas
La “filosofía de la entrega”, elaborada y divulgada por la Escuela
Superior de Guerra brasileña, partía de dos premisas fundamentales: la
polarización de fuerzas entre Washington y Moscú y la inevitabilidad de
la tercera guerra mundial. Sucede que el antagonismo Unión
Soviética-Estados Unidos no era absoluto ni irreversible. La
“coexistencia pacífica” se consolidaba cada vez más.
Crecía, consecuentemente, el número de militares latinoamericanos que
convencidos de haber creído un “cuento del tío” al apoyar la sumisión a
los Estados Unidos bajo el pretexto de “salvar a América latina de la
hidra del comunismo’, cuando observaban la cordialidad y el
entendimiento casi total existente entre el Kremlín y la Casa Blanca, y,
luego la diplomacia del ping pong entre chinos y yanquis.
Otra de las causas fundamentales del fracaso de la política
integracionista latinoamericana puede ser encontrada en los frutos de la
dominación inglesa en el continente sur. Los efectos de la
“balcanización” son difíciles de anular. La desconfianza y los
conflictos entre nuestros países -en general hábilmente incentivados por
el imperia1ismo- produjeron brechas profundas, generaron resentimientos
y rivalidades muchas veces absurdos. El nacionalismo de nuestros
pueblos fue -en muchos caso– dirigido en contra de un pueblo hermano
vecino y no en contra del enemigo común: el imperialismo de turno.
Podríamos definir como una “herencia maldita” ese fenómeno
geopolítico, una herencia dejada por Inglaterra a sus herederos, los
estadounidenses. Como la estrategia de los dos imperios es
diametralmente opuesta (dividir para explotar mejor – integrar para
explotar mejor) los planes de Washington eran obstaculizados por los
“efectos residuales” del imperio que pasó. Eso quedó absolutamente claro
en los casos del Mercado Común Latinoamericano y en el de la Fuerza
Interamericana de Paz.
Fuerza Interamericana de Paz
Como vimos anteriormente, os planes yanquis de integración se
procesarían en distintos campos. En lo político, la Organización de
Estados Americanos asumiría una serie de atribuciones y prerrogativas de
los actuales estados-miembros, dentro de las tesis de la
interdependencia o de la independencia relativa. En el campo militar, la
Fuerza Interamericana de Paz se encargaría del mantenimiento de la “paz
imperial”, tornando dispensables las intervenciones directas y
unilaterales tantas veces consumadas por los EEUU en el pasado.
En lo económico, la solución estaría en el Mercado Común, en la
abolición de las fronteras económicas, que permitiría una explotación
más racional del continente por los monopolios internacionales.
Spykman admitía que “solamente la conquista del hemisferio por los
EE. UU. (…) podría realizar la integración necesaria”, pues “ninguno de
los estados latinoamericanos se avendría a realizar de buen grado los
cambios imprescindibles para crear esa economía regional… “. Es obvio
que habría resistencia por parte de las burguesías nacionales de
nuestros países a aceptar una integración que incluyera a los propios
EEUU en el Mercado Común, que debía establecerse a partir de 1973. Sería
el equivalente a admitir un lobo en un rebaño de ovejas.
La idea fundamental consistía en establecer una base territorial
preferencial para los monopolios internacionales. Se repetiría,
entonces, en el ámbito continental, la exitosa experiencia de Sao Paulo
-la gran base territorial del capital extranjero en Brasil-.
La situación privilegiada que el estado bandeirante ocupa hoy dentro
del contexto brasileño (una gran parte de la plusvalía generada en el
resto del país afluye a Sao Paulo, asegurando a los paulistas –incluso a
los obreros– un nivel de vida muy superior al nacional), es una muestra
de lo que
sería
la posición que ocuparía Brasil dentro de una América latina, o por lo
menos de una América del Sur integrada según los planes
yanqui-brasileños.
La asociación entre la burguesía industrial y los militares (una
versión subdesarrollada del “estado militarista” vigente en EEUU), tenía
como objetivos fundamentales el mantenimiento del status interno
(amenazado durante el gobierno de Goulart por los planes reformistas .y
por el acelerado avance de las masas), y la abolición de las fronteras
económicas en el continente, lo que aseguraría a los monopolios
internacionales establecidos en Brasil y a la burguesía industrial
brasileña asociada a los mismos, una considerable ampliación de mercado.
En lugar de incorporar al mercado de consumo la masa campesina
brasileña (como pretendían los sectores nacionalistas populares), se
intentaría conseguir clientes allende las fronteras.
¿Nuevos tiempos…¿y China?
Hay mandos militares que entienden que la situación es muy diferente y
que insisten en que no están dispuestos a entregar territorios (y menos
la Amazonia) al hegemón del Norte. Sobre todo cuando la economía
brasileña depende de sus exportaciones a China y de sus posibles
inversiones en proyectos de infraestructura. Ya EEUUs pidió a Brasil que
reduzca su dependencia económica con China, su mayor socio comercial.
Brasil ya sintió los efectos de la disputa comercial entre Estados
Unidos y China. Como contracara del aumento de las exportaciones debido a
la interminable demanda de materias primas del gigante asiático, hay
que computar una creciente dependencia como socio comercial. China fue
el destino en 2018 del 28,8% de los embarques que partieron de los
puertos brasileños, resultado concreto de la guerra de aranceles que
redundó en el aumento de la demanda hacia Brasil de granos, carne y
minerales.
Casi
la mitad de lo que el país produce de estas commodities (47.300
millones de dólares sobre un total de 53.200 millones) tuvieron como
destino China, mientas que hacia EEUU viajó el 12% del total. Desde 2001
que las exportaciones de productos primarios no estaban tan
concentradas en un único destino, cuando la Unión Europea ostentaba el
50,6% de las ventas, con un monto de 13.200 millones de dólares.
Y esta mayor dependencia llega en momentos en que Bolsonaro, elevó la
tensión con eses país al que amenazó con restringir las inversiones
chinas en Brasil.
Pero por más que el tango de Enrique Cadícamo (Por la vuelta) insista
que la historia vuelve a repetirse, la situación geopolítica mundial es
muy diferente hoy a las que se vivía en 1940 y durante la dictadura.
Pero las amenazas de Bolsonaro no hay que tirarlas en saco roto. Será
difícil aliarse a EEUU cuando de las ventas a China y de sus eventuales
financiamientos en infraestructura, depende su presente y seguramente su
futuro.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración.
Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración
Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis
Estratégico (CLAE, www.estrategua.la )
El debate de este sábado 27 de enero de 2019 en el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas seguramente será incorporado a los anales que
registra algunas de las más grandes confrontaciones políticas sostenidas
en ese ámbito. Allí quedó plasmada con total claridad la brutalidad e
insolencia del imperio cuando el secretario de Estado Michael Pompeo
caracterizó al estado bolivariano como “mafioso ilegítimo” para tras
cartón agregar “que muchos venezolanos se están muriendo de hambre”
debido a “un experimento socialista que provocó un colapso de la
economía”. Que Pompeo acuse a cualquier persona, organización o gobierno
de este planeta de “mafioso” aparte de ser un gesto típico de matón de
arrabal que desprecia no sólo las tradiciones diplomáticas sino las
buenas maneras es a la vez un monumental contrasentido para quien
durante casi un año y medio fue jefe de la mayor organización criminal y
mafiosa del planeta: la CIA. Hombre de discurso trabado y trabajoso,
sólo pudo proferir insultos y regurgitar desgastadas consignas de la
época de la Guerra Fría en contra de Rusia, China y Cuba. Esas groserías
merecieron la aprobación de los representantes de su peonada regional
y, muy particularmente, del impresentable canciller de Colombia, Carlos
Holmes Trujillo, un raro fósil del pleistoceno cuyo discurso lleno de
mentiras e insultos fue un ultraje al buen decir de colombianas y
colombianos y una enésima demostración del enorme daño que el uribismo
le ha hecho –y sigue haciendo- a la entrañable Colombia. Prefiero ni
hablar de lo que fue la intervención del representante de Canadá, otrora
un gran país y hoy sometido al arbitrio de un gobierno que pareciera
tener como única misión convertirse en la estrella número 51 en la
bandera de los Estados Unidos. Paso asimismo por alto, por cuestiones de
profilaxis mental, las intervenciones de algunos de los conspicuos
representantes del Cartel de Lima.
Frente a
estos esperpentos brilló con luz enceguecedora la intervención de Jorge
Arreaza, que brindó una soberbia lección de lo que debe ser un
diplomático. El bolivariano demolió uno tras otro las acusaciones -que
no argumentos- de Pompeo y su pandilla. Sin caer en las provocaciones y
con una sangre fría admirable, mientras quienes veíamos la transmisión
del debate sentíamos que nos hervía la sangre, Arreaza aportó un
detallado análisis de la situación en su país, identificó el origen de
la presente crisis en la perversa campaña de agresiones y hostigamientos
de todo tipo lanzadas por la Casa Blanca que infligieron daños del
orden de los 23.000 millones de dólares a la República Bolivariana de
Venezuela agravando considerablemente la situación económica del país.
Sus palabras están en línea con un reciente informe de Servicio de
Investigación del Congreso de la Unión Americana que en noviembre de
2018 decía que “si bien las sanciones económicas más fuertes podrían
influir en el comportamiento del gobierno venezolano, también podrían
tener efectos negativos y consecuencias no deseadas. A los analistas les
preocupa que las sanciones más fuertes puedan exacerbar la difícil
situación humanitaria de Venezuela, que se ha caracterizado por la
escasez de alimentos y medicamentos, el aumento de la pobreza y la
migración masiva. Muchos grupos de la sociedad civil venezolana se
oponen a sanciones que podrían empeorar las condiciones humanitarias.”
No sólo eso. Además Arreaza demostró que a diferencia de la tentativa
golpista del 11 de abril del 2002 cuando el gobierno de Estados Unidos
(George W. Bush) estaba “detrás del golpe” en el caso actual la Casa
Blanca está “delante del golpe, es su verdadera vanguadia”, reiterando
por enésima vez una irrefrenable vocación de dominio y expoliación que
la Roma americana, al decir de José Martí, comenzó a hacer manifiesta
tan tempranamente como en el año 1823, fecha de nacimiento de la
Doctrina Monroe. La inequívoca conclusión extraída por Arreaza fue que
Washington ratifica a lo largo de casi dos siglos su prepotencia
imperial, su absoluto desprecio por los valores que dice defender: la
libertad, los derechos humanos, la democracia, meras pantallas que mal
disimulan su pretensión de apoderarse de las enormes riquezas de un
país, en este caso Venezuela, cuyo petróleo, oro, coltan y otros
minerales estratégicos suscitan el desenfrenado apetito de las clases
dominantes de Estados Unidos.
El debate demostró la
incoherencia y debilidad argumentativa de los críticos de la Revolución
Bolivariana y los ardientes defensores del “autoproclamado” presidente
de Venezuela, un hombre que en cualquier momento podría ser “descartado”
por la Casa Blanca en caso de que para progresar en su plan de sembrar
el caos en Venezuela tuviera que recurrir a un autoatentado para
justificar y llevar a los extremos su accionar criminal. Esta es una
vieja tradición estadounidense, cuyos hitos más importantes son la
voladura del acorazado Maine en la bahía de La Habana en 1898, el ataque
a Pearl Harbor en 1941 y, según algunos estudiosos norteamericanos, los
atentados del 11 de Septiembre del 2001. No hay ninguna razón para
suponer que la Casa Blanca ha abandonado ese vicio y que no esté
preparada para incurrir una vez más en él en la actual coyuntura
venezolana.
Para concluir: lo de Arreaza fue excepcional por su
contenido y por sus formas, cuestión ésta para nada marginal en las
relaciones internacionales. Notable también por su versación y por el
prolijo desarrollo de sus razonamientos que contrariamente a los
borbotones de sus contendientes fluían con elegancia y naturalidad para
defender la legitimidad y constitucionalidad del único presidente de
Venezuela que no es otro que Nicolás Maduro.
Por eso
quienes recordamos los grandes debates sostenidos en el seno de las
Naciones Unidas por Raúl Roa -el gran ministro de Relaciones Exteriores
de Fidel entre 1959 y 1976- y conocido como el “Canciller de la
dignidad” por su elocuente e irrefutable defensa de la Revolución
Cubana, nos regocijamos al comprobar que la tradición abierta por el
cubano ha encontrado en Jorge Arreaza su auténtico heredero.
¡Felicitaciones Canciller Arreaza y larga vida a la Revolución
Bolivariana.
Por Atilio Boron ( rebelion.org )
Situación en Venezuela: El canciller Jorge Arreaza ofrece nueva rueda de prensa ( 28 de enero 2019 )
La adicción que generan, uno de sus efectos más evidentes
ROBERT WHITAKER Y LOS EFECTOS NOCIVOS DE LOS PSICOFÁRMACOS
Publicado por Infocop
[Robert Whitaker es periodista de investigación y escritor especializado en ciencia y medicina]
Este
es el tercer artículo del monográfico titulado “Destruyendo los mitos
sobre los diagnósticos y los psicofármacos en salud mental”, donde se
revisa la obra de Irving Kirsch, Robert Whitaker y Daniel Carlat.
El libro de Whitaker, Anatomy of an Epidemic: Magic Bullets, Psychiatric Drugs, and the Astonishing Rise of Mental Illness in America (Anatomía de una epidemia: panaceas, psicofármacos y el impactante ascenso de la enfermedad mental en EE.UU.) es más extenso y polémico que el libro de Irving Kirsch, tal y como subraya Marcia Angell, periodista del New York Review of Books, en la revisión que hace de su obra (The Epidemic of Mental Illness: Why?).
Whitaker
analiza todas las enfermedades mentales, no sólo la depresión y, si
bien Kirsch concluye que los antidepresivos probablemente no son más
eficaces que el placebo, Whitaker establece que tanto los antidepresivos como la mayoría de los fármacos psicoactivos no son sólo ineficaces, sino perjudiciales.
Whitaker da cuenta de las alteraciones, a nivel
cerebral, que puede suponer el consumo continuado de psicofármacos, tal y
como han puesto en evidencia diferentes estudios científicos y tal y
como ha sido reconocido por parte de algunos responsables de
prestigiosas agencias de salud. Además, advierte de los peligros que
adquiere la escalada de consumo de psicofármacos en la que se ve
inmersa la mayor parte de los pacientes. Una espiral de consumo de la
que es extremadamente difícil volver a salir.
Su análisis parte de la observación de que la
progresión natural de la enfermedad mental ha manifestado un cambio en
las últimas décadas. Mientras que hace unos años la esquizofrenia o los
trastornos depresivos se caracterizaban por ser episodios autolimitados o
episódicos, con una duración típica no mayor a seis meses y con largos
periodos de normalidad entre las crisis, ahora estas condiciones son
consideradas habitualmente crónicas y una carga para toda la vida.
Según
manifiesta Whitaker, entre las causas que han motivado este cambio se
encuentran los psicofármacos, ya que todos ellos, incluso los que
alivian los síntomas a corto plazo, causan daños cerebrales a largo plazo,
cuya duración se prolonga más en el tiempo que los daños que se
hubieran derivado de la progresión natural de la enfermedad mental, sin
intervención farmacológica.
Whitaker trae a colación las declaraciones de Steve Hyman, exdirector del National Institute of Mental Health (NIMH) de EE.UU.
y hasta hace poco rector de la Universidad de Harvard, quien reconoció
que el consumo de fármacos psicoactivos prolongado en el tiempo produce “alteraciones sustanciales y de larga duración en la función neuronal”.
Tal y como explica Whitaker, el consumo habitual
de psicofármacos hace que el cerebro comience a funcionar de manera
cualitativa y cuantitativamente distinta respecto a su estado normal.
Tras varias semanas de consumo de fármacos psicoactivos, los esfuerzos
del cerebro por compensar los cambios que éstos introducen a nivel
neuronal comienzan a fallar y es entonces cuando se empiezan a
manifestar los efectos secundarios asociados al medicamento, que son una
señal de que el fármaco en cuestión está poniendo en marcha sus
mecanismos de acción. De esta manera, por ejemplo, el consumo de
antidepresivos inhibidores de recaptación de serotonina produce una
concentración anormal y elevada del nivel de serotonina en el cerebro,
que el organismo es incapaz de corregir si se prolonga su consumo en el
tiempo, circunstancia que, a su vez, puede desembocar en episodios de
manía. Por su parte, los antipsicóticos causan efectos secundarios que
se asemejan a la enfermedad de Parkinson, debido a que disminuyen los
niveles de dopamina, cuya carencia también se observa en este tipo de
enfermedad.
Para Whitaker el problema no termina aquí, ya que una
vez que el paciente comienza a presentar efectos secundarios derivados
del consumo de psicofármacos, a menudo acude al médico en busca de un
tratamiento para aliviar estos nuevos síntomas, de tal manera que la
mayoría de los pacientes acaban consumiendo un cóctel de psicofármacos para un cóctel de diagnósticos.
Así, un episodio de manía desencadenado tras el consumo prolongado de antidepresivos
puede dar lugar a un nuevo diagnóstico de trastorno bipolar y a un
nuevo programa de tratamiento que incluye fármacos estabilizadores del
estado de ánimo, como el Depakote (divalproex sódico, un
anticonvulsivo), junto con otro antipsicótico, lo que genera nuevos
efectos secundarios. Y así sucesivamente. Según Whitaker, este proceso
en espiral hace que algunos pacientes puedan llegar incluso a tomar
hasta seis psicofármacos distintos al día.
Whitaker además advierte que este consumo abusivo de psicofármacos da lugar a una atrofia cerebral, tal y como ha quedado manifiesto en los estudios realizados por Nancy Andreasen,
una prestigiosa neurocientífica y psiquiatra que ha sido galardonada
por su línea de investigación en el análisis del funcionamiento neuronal
de personas con trastorno mental a través de técnicas de neuroimagen.
Según uno de los hallazgos del equipo de Andreasen, el consumo de
psicofármacos está asociado a un “encogimiento” del cerebro y este
efecto está directamente relacionado con la dosis y la duración del
tratamiento farmacológico. En declaraciones al New York Times, Andreasen señaló que “el
consumo de psicofármacos impide que la corteza prefrontal reciba la
entrada de lo que necesita y empieza a experimentar apagones. Lo que se
traduce en síntomas psicóticos. Esto también hace que la corteza prefrontal se atrofie lentamente“.
Otra de las circunstancias que para Whitaker
evidencia las consecuencias nocivas del consumo de psicofármacos se
observa en la dificultad que entraña el proceso de retirada de este tipo
de medicamentos. Bajar la dosis de un psicofármaco es un proceso
sumamente delicado, según Whitaker, porque cuando se retira, los
mecanismos de compensación que había desarrollado el cerebro durante su
consumo, continúan manteniéndose a pesar de la desaparición del agente
que los activó. Así Whitaker explica, por ejemplo, que cuando se realiza
el proceso de retirada del antidepresivo Celexa (citalopram
hidrobromuro), un inhibidor selectivo de recaptación de serotonina, los
niveles de este neurotransmisor caen de forma precipitada ya que las
neuronas presinápticas no están liberando las cantidades normales de
serotonina y las neuronas postsinápticas no tienen suficientes
receptores para ella. Del mismo modo, cuando un antipsicótico se
suspende, se pueden disparar los niveles de dopamina. Los síntomas producidos por la retirada de psicofármacos se confunden a menudo con recaídas
de la enfermedad original, lo que puede llevar a los psiquiatras a
reanudar el tratamiento farmacológico, tal vez incluso con dosis aún más
elevadas, advierte Whitaker, quién se siente indignado por lo que él
considera un efecto iatrogénico, es decir, involuntario e introducido
médicamente.
Whitaker define este proceso de consumo abusivo de psicofármacos como “la epidemia de la disfunción cerebral”,
epidemia que se ha expandido principalmente con la nueva generación de
antipsicóticos “atípicos”, tales como Zyprexa (olanzapina), causantes de
graves efectos secundarios. A este respecto invita a la reflexión a sus
lectores mediante el siguiente ejemplo:
“Imagina un virus que aparece de repente en el mundo y
que provoca que las personas duerman doce o catorce horas al día. Las
personas infectadas se mueven con cierta lentitud y parecen
desconectadas emocionalmente. Muchas de ellas ganan bastante peso. A
menudo, sus niveles de azúcar en sangre se elevan, al igual que sus
niveles de colesterol. Un número de afectados por la enfermedad, entre
los que se incluyen, inexplicablemente, niños y adolescentes, se
convierten en diabéticos en un breve plazo de tiempo… El gobierno ofrece
cientos de millones de dólares a los científicos de las mejores
universidades para que descifren el funcionamiento interno de este
virus, quienes afirman que la razón por la que causa estas disfunciones
globales radica en que bloquea gran cantidad de neurotransmisores
cerebrales (dopaminérgico, serotoninérgico, muscarínico, adrenérgicos e
histaminérgicos). Todas esas vías neuronales se ven comprometidas.
Mientras tanto, los estudios de resonancia magnética que encontramos en
un período de varios años, demuestran que el virus contrae la corteza
cerebral y que esta contracción provoca deterioro cognitivo. Un
atemorizado público clama por una cura.
Ahora,
dicha enfermedad, de hecho ha afectado a millones de niños y adultos
norteamericanos. Se acaban de describir los efectos del antipsicótico
más vendido, Zyprexa, de los laboratorios Eli Lilly”.
-
La evidencia proporcionada por Whitaker para
argumentar su planteamiento varía en calidad, debido a las dificultades
inherentes que conlleva acceder a muestras reales de pacientes donde se
puedan comparar los efectos de una progresión natural de un trastorno
mental, esto es, sin que se haya administrado ningún tipo de tratamiento
farmacológico durante un periodo de 50 años desde la aparición de los
primeros síntomas. No obstante, según manifiesta Marcia Angell,
las reflexiones que aporta este investigador, si bien no llegan a ser
tan concluyentes como las de Irving Kirsch (gracias a su aplicación del
método científico) “no dejan de ser sugerentes”.
Los críticos a este punto de vista podrían
argumentar, comenta la periodista, que los efectos secundarios que
provoca el consumo de psicofármacos “son el precio que debe pagarse para aliviar el sufrimiento causado por una enfermedad mental”
(tal y como sugiere Nancy Andreasen implícitamente en su investigación
sobre la pérdida de tejido cerebral debido al tratamiento antipsicótico a
largo plazo). Pero para Marcia Angell este argumento merece una
reflexión: “si estuviéramos seguros de que los beneficios de los
psicofármacos superan con creces los daños que provocan, este sería un
potente argumento, ya que no hay duda de que muchas personas se
encuentran afectadas gravemente por alguna enfermedad mental. Pero como
Kirsch, Whitaker y Carlat argumentan de manera convincente, es probable
que estas expectativas no se correspondan a la realidad (…) Al
menos, tenemos que dejar de creer que los psicofármacos son el mejor y
único tratamiento para la enfermedad mental y el sufrimiento psicológico.
Tanto la psicoterapia como el ejercicio físico han demostrado ser tan
eficaces como los psicofármacos para la depresión y sus efectos son más
duraderos; sin embargo, por desgracia, no existe una industria para
impulsar estas alternativas”.
Si
existiera la justicia, más allá de la burla de la toga y el birrete; si
la ética no fuera un mal respingo, por ende inoportuna y nada
lucrativa; si los medios fueran independientes y no cautivos de los
intereses de sus dueños; si la verdad no estuviera secuestrada tras un
código de barras, Obama, sí, Obama, el flamante Premio Nobel de la Paz,
el mejor spot urdido en la fábrica de presidentes de la Casa Blanca, ya
habría sido juzgado y condenado.
Y
con él, ese siniestro coro de voraces fortunas cuya suerte no se dirime
en las urnas porque está por encima de cualquier derecho y al margen de
cualquier obligación. No importa qué inventario se hiciera de los
cargos en todos sobresaldría Obama y el poder que representa.
Hace
apenas un mes el presidente estadounidense se jactaba públicamente de
la impunidad de sus delitos y, en cuidada entrevista para el portal Vox,
cómodamente sentado, hasta llegaba a anunciar la intención del crimen
antes de perpetrarlo: “Nuestra política exterior tiene una dosis de
realismo por lo que Estados Unidos, en ocasiones, tiene que torcer el
brazo a los países cuando no hacen lo que queremos”.
Y
en estos días, Obama, precisando su “política exterior”, ha ido un
poco más lejos y ha acusado a Venezuela de “amenazar su seguridad”.
Obama ha declarado la “emergencia nacional” por el “extraordinario
riesgo” que supone la situación en Venezuela.
Si
este mundo fuera ese que ya ni nos atrevemos a soñar, Obama nunca
habría sido posible, pero este mundo no es el que soñamos sino el que
padecemos. Y por ello, ese estado delincuente que ahora amenaza a
Venezuela con torcerle el brazo sigue dictando los destinos del mundo y
decidiendo el bien y el mal. Son la salvaguarda contra el cambio
climático que ellos, más que nadie, han provocado; la respuesta a la
crisis que su modelo de desarrollo multiplica; la solución al problema
del hambre que sus políticas generan; la seguridad del mundo ante la
amenaza terrorista que nadie como ellos encarna; la reserva espiritual
frente al caos que se avecina y que ellos promueven.
Ellos y quienes
desde las sombras, esas que tanto invoca el presidente estadounidense,
gobiernan realmente el mundo, su poder y sus finanzas, no desde las
calles de Caracas, sino desde Wall Street, desde el Pentágono, desde
esos putos canallas mentideros que todavía se llaman medios de
comunicación.
“El
que ignora la verdad es un iluso, pero el que conociéndola la llama
mentira, es un delincuente”, lo decía Bertold Brech para que los grandes
medios, en absoluto ilusos, no ignoren de qué se les acusa.
Koldo Campos Sagaseta, Columna Cronopiando, para La Pluma, 15 de marzo de 2015
Traducciones disponibles: Français
Juan Carlos (Koldo) Campos Sagaseta de Ilúrdoz
es poeta y dramaturgo. Nacido en Iruñea /Pamplona (Euskal Herria/País
Vasco) el 14 de abril de 1954, se nacionalizó dominicano en 1981 .Colaborador de La Pluma.