Los parlamentarios del movimiento Tea Party, que obligó al Partido Republicano a una guerra sin cuartel, no están preocupados con su reelección. La nueva configuración de los distritos electorales favorece en gran medida a los actuales diputados, asegurando la reelección a los senadores republicanos en los siete Estados bajo completo control de su partido.
En las elecciones de 2012, en esos siete Estados los candidatos a diputados del Partido Republicano recibieron 16,7 millones de votos, mientras los del Partido Demócrata recibieron 16,4 millones de votos. Pese a la ínfima diferencia, la redistribución de distritos se tradujo en victorias republicanas en 73 de los 107 escaños bajo disputa.
En estos Estados, los republicanos recibieron 50,4% de los votos, pero ganaron en más de 68 % de los distritos. La derecha radical goza de una maquinaria electoral muy superior, financiada por los dos hermanos multimillonarios Koch, que tienen la intención de acabar con los republicanos moderados. Ellos no se preocupan con la viabilidad política. Quieren deshacerse del presidente Barak Obama y del Estado. Pretenden devolver a los estadounidenses un mundo en el que el sueño americano vuelva a ser posible.
El sueño americano se ha esfumado y el tejido político de EE.UU. anda por los suelos. En cada elección, el número de votantes blancos disminuye en 2%, por lo que es probable que el próximo presidente sea Demócrata y que, debido al sistema electoral de distritos, el Congreso se mantenga Republicano. Los “padres fundadores” de Estados Unidos establecieron un sistema de equilibrios entre los poderes legislativos, ejecutivo y judicial del Estado, pero no pudieron anticipar el nacimiento del movimiento del Tea Party, ni que el Congreso perdería su función equilibradora ante el ejecutivo.
Tampoco podían prever que el poder judicial (Tribunal Supremo) acabaría profundamente politizado, dando paso a la financiación sin límites por parte de corporaciones y multimillonarios y alterando los fundamentos de la democracia. Para permitir que los diferentes puedan acceder a la Unión, los “padres fundadores” introdujeron una serie de mecanismos que resultan algo inusuales hoy en día. Por ejemplo, cada estado tiene dos senadores independientemente del número de habitantes (por lo tanto los 740.000 habitantes de Alaska eligen los mismos senadores que los 38 millones de California: dos).
Por lo tanto, los estados menos poblados, por lo general conservadores, gozan de una ventaja frente a los estados más poblados. Si muere un senador, el sustituto es nombrado por el gobernador del estado, de modo que si un demócrata muere y el gobernador es republicano, éste nombrará a un senador republicano. El Presidente es elegido no por plebiscito popular, sino de acuerdo a los votos electorales de cada Estado, lo que significa que un candidato podría obtener la mayoría del voto popular, pero perdería ante la eventualidad de que su oponente reciba 270 votos electorales por parte de los Estados.
Está claro que el Partido Republicano se ha llevado una buena paliza y puede que el movimiento Tea Party no sea más que una moda pasajera. Pero cuando se observa un hecho muy simple y más que comprobado, se reduce esta esperanza. Este simple hecho es que, al contrario del mito que propaga la izquierda, las crisis tienden a reforzar a la derecha. Hitler alcanzó el poder gracias a la carga financiera provocada por el acuerdo de Versalles después de la Primera Guerra Mundial. Lenin llegó al poder debido a su capacidad de movilización de las masas, no porque hubiese empeorado la situación económica en Rusia.
El movimiento Tea Party representa, por lo tanto, una señal de la crisis en los Estados Unidos, que empieza a darse cuenta de que ya no tiene un destino excepcional, mientras se le escapa su posición de única potencia mundial. La desigualdad social está creciendo rápidamente (cada día aparecen nuevos 3.000 pobres), el desempleo se ha convertido en crónico, y hay una amplia narrativa de una “nueva economía”, en la cual el trabajo sería mínimo y serían las finanzas que proporcionarían la recuperación económica.
El sueño de que trabajando duro se puede llegar a ser millonario se ha evaporado. La inseguridad y el miedo juegan un papel importante en la afirmación del Tea Party como movimiento anti-sistema, anti-globalización, anti-estatal y anti-inmigrante. Pero este fenómeno no se restringe a EE.UU., se observa en todo el Occidente, donde el populismo no deja de ganar terreno.
En Europa también había un sueño: trabajo decente, una vida estable, acceso a educación y salud y estabilidad política. Europa no tenía armas y Dios como en el sueño americano: era más comunitaria y menos individualista, pero siempre se trataba de un sueño. Ese sueño está desapareciendo a medida que avanza el círculo vicioso de la austeridad y del desmantelamiento del estado de bienestar en todas partes, con la excepción parcial de Alemania. Los jóvenes son las víctimas más visibles de esta “nueva economía” y la sensación de inseguridad y miedo alienta a los homólogos europeos del Tea Party.
En Noruega, que experimentó la pesadilla de las bombas y de la matanza perpetrada por el terrorista de derecha Anders Behring Breivik en julio de 2011, matanza que dejó 77 muertos, el Partido del Progreso (del que Breivik fue miembro) está ahora firmemente en el gobierno del país. En Polonia, el Partido euroescéptico de la Ley y la Justicia empieza a resurgir, al igual que el euroescéptico Partido Cívico Democrático de la República Checa. Las encuestas muestran lo mismo para el Partido de la Libertad de Geert Wilders en los Países Bajos y el viento también sopla a favor del Partido de la Libertad de Austria, del Movimiento por una Hungría Mejor, de los Verdaderos Finlandeses, del Demokraten sueco y del Vlaams Belang belga. En Italia, en la actualidad hay dos movimientos o partidos euroescépticos – la Liga Norte y el Movimiento 5 estrellas. En Alemania, la Alternativa para Alemania, que pide abandonar las instituciones europeas, no consiguió elegir un diputado al Bundestag a falta de un 0,1% de los votos. Dígase de paso que muchos de estos partidos eran insignificantes, o en algunos casos incluso inexistentes antes de la crisis del 2008.
Toda crisis crea sus chivos expiatorios: hoy en día son los inmigrantes y, en particular, los Gitanos. Todos los economistas están de acuerdo en que Europa necesita por lo menos a otros 20 millones de personas para seguir siendo competitiva a nivel internacional. Todos los estudios de las Naciones Unidas y de la Unión Europea convergen en el hecho de que los inmigrantes ocupan puestos de trabajo no deseados por los locales, que estimulan la demanda, que mejoran el desempeño económico y que sólo teniendo una población mayor de la prevista por una tasa de natalidad negativa será posible garantizar la viabilidad del sistema de pensiones a una población envejecida.
Otros estudios indican que los inmigrantes desean pagar impuestos y cotizaciones sociales lo antes posible, una vez que esto los integra en el sistema por el cual abandonaron su país de origen. En la actualidad hay 45 millones de inmigrantes en Europa (en una población de 450 millones), 13% de los cuales estudiantes, mientras que los inmigrantes desempleados representan menos de 1% del total de desocupados en Europa. Los emigrantes son responsables por tan sólo 1% de las subvenciones públicas y únicamente por 0,2% de los costos del sistema de salud.
Sin embargo ningún gobierno se esfuerza por educar a sus ciudadanos sobre esta realidad. Por el contrario, hay una tendencia generalizada a restringir la inmigración.
El ministro del Interior francés, Manuel Valls, hijo de inmigrantes catalanes, es actualmente el político más popular del gobierno socialista galo debido a su postura ante los gitanos: el secuestro por parte la policía francesa de una niña gitana de 15 años que viajaba en un autobús escolar a principios de este mes y que fue luego deportada junto a toda su familia, recibió 67 % de apoyo popular. Hay 20.000 nuevos gitanos en Francia, un país con una población total de 66 millones de habitantes (los Estados Unidos tienen un millón de gitanos y Brasil 800.000). De los 12 millones de gitanos que viven en Europa, dos millones están en Rumania y 800.000 en Bulgaria. Desde la Edad Media, los gitanos han sido perseguidos (los nazis mataron a por lo menos 500.000 por considerarlos una “raza inferior”), y hay un debate sobre si su falta de integración tiene raíces culturales, posición defendida por sus detractores, o económicas, como por ejemplo debido a la falta de puestos de trabajo y a la escasa escolarización.
El simple hecho es que, como demuestra una reciente encuesta del Financial Times, los europeos han perdido su sentido de solidaridad. El 71% de los entrevistados pide que su gobierno elimine los beneficios sociales otorgados a ciudadanos de otros países de la Unión Europea que viven en su país. Si hubieran sido interrogados acerca de los ciudadanos de fuera de la Unión Europea, ¿quién sabe cuál hubiese sido el porcentaje? Además, 52% pide que se retiren poderes a la Unión Europea. Cuando se les pregunta si van a votar por un partido anti-europeo, 19% responde que sí. Esto significa que, debido a una probable baja en la participación electoral, las elecciones europeas del próximo año crearán un Parlamento Europeo disfuncional – y esto proporcionará una plataforma común a todos los partidos populistas.
¿Serán los partidos tradicionales capaces de detener este fenómeno? No, no más que los republicanos en Estados Unidos han sido capaces de ignorar el movimiento Tea Party. Más bien la tendencia es a erosionar la plataforma de estos partidos. Manuel Valls en Francia es el mejor ejemplo de esta estrategia.
El problema es que los 13 partidos progresistas en el poder (de los 28 países de la Unión Europea) están siguiendo más o menos la misma estrategia de la derecha y, por supuesto, la gente prefiere votar por el original que por la imitación, como indican las encuestas. Los partidos del centro-izquierda están sumergidos en una grave crisis, haciendo lo que se suponía como exclusivo resorte de la derecha, como cortar beneficios, reducir el sistema de seguridad social, desmantelar los hospitales y la educación asequible y aplicar medidas de austeridad.
La falta de crecimiento económico elimina la redistribución y la globalización neoliberal sigue ejerciendo una presión a la baja sobre los salarios y las condiciones de trabajo, mientras que el envejecimiento demográfico de estas sociedades y una cada vez más reducida mano de obra joven hacen con que las prestaciones sociales y las pensiones sean más difíciles de sostener.
En medio de todo esto, las estadísticas sobre la creciente desigualdad social son asombrosas. De acuerdo con la London School of Economics, hemos regresado a los tiempos de la reina Victoria en un espacio de 20 años, acabando así casi dos siglos de progreso social.
El populismo preparó el terreno para Hitler y la injusticia social, el terreno para Lenin. La historia no se repite, pero será interesante ver cómo una nueva solución surge de los mismos problemas… ojalá sin la sangre y lágrimas derramadas por la humanidad desde la época de la reina Victoria.
*Roberto Savio, fundador y presidente emérito de la agencia de noticias IPS (Inter Press Service) y Publisher de Other News.
Fuente: SURYSUR