par Richard K Moore
Cuando
comenzó la Revolución Industrial en Gran Bretaña, a fines de los años
1800, se podía ganar mucho dinero invirtiendo en fábricas e industrias,
abriendo nuevos mercados, y obteniendo el control de fuentes de materias
primas. Los que tenían más dinero para invertir, sin embargo, no se
encontraban tanto en Gran Bretaña sino más bien en Holanda. Holanda
había sido la mayor potencia occidental en los años 1600, y sus
banqueros eran los principales capitalistas. A la busca de beneficios,
el capital holandés fluyó hacia el mercado bursátil británico, y así los
holandeses financiaron el ascenso de Gran Bretaña, que luego eclipsó a
Holanda económica y geopolíticamente.
De esta manera el industrialismo británico llegó a
ser dominado por inversionistas acaudalados, y el capitalismo se
convirtió en el sistema económico dominante. Esto condujo a una gran
transformación social. Gran Bretaña había sido esencialmente una
sociedad aristocrática, dominada por familias terratenientes. A medida
que el capitalismo llegaba a ser económicamente dominante, los
capitalistas llegaron a ser dominantes en la política. Las estructuras
tributarias y las políticas de importación-exportación fueron
gradualmente modificadas para favorecer a los inversionistas por sobre
los terratenientes.
Ya no era económicamente viable mantener simplemente
una propiedad en el campo: había que desarrollarla, convertirla para un
uso más productivo. Los dramas victorianos están repletos de historias
de familias aristocráticas que enfrentan tiempos difíciles, y se ven
obligadas a vender sus propiedades. Por propósitos dramáticos, esa
decadencia es generalmente atribuida a un defecto de algún carácter, tal
vez un primogénito débil. Pero en los hechos la decadencia de la
aristocracia formaba parte de una transformación social más amplia
causada por el ascenso del capitalismo.
El negocio del capitalista es la administración de
capital, y esa administración es manejada generalmente a través de la
mediación de bancos y casas de corretaje. No sería sorprendente que los
banqueros de inversión llegaran a ocupar la cúspide de la jerarquía de
la riqueza y el poder. Y de hecho, hay un puñado de familias de
banqueros, incluidos los Rothschild y los Rockefeller, que ha llegado a
dominar los asuntos económicos y políticos en el mundo occidental.
A diferencia de los aristócratas, los capitalistas no
están ligados a un sitio, o al mantenimiento de un lugar. El capital es
desleal y móvil – fluye a donde se puede encontrar el mayor
crecimiento, tal como fluyó de Holanda a Gran Bretaña, luego de Gran
Bretaña a EE.UU., y hace poco de todas partes a China. Tal como una mina
de cobre puede ser explotada y luego abandonada, bajo el capitalismo
toda una nación puede ser explotada y luego abandonada, como lo vemos en
las áreas industriales oxidadas de EE.UU. y Gran Bretaña.
Este desapego por el lugar conduce a un diferente
tipo de geopolítica bajo el capitalismo, en comparación con la
aristocracia. Un rey va a la guerra cuando ve una ventaja para su nación
al hacerlo. Los historiadores pueden ‘explicar’ las guerras de los días
pre-capitalistas, en términos del engrandecimiento de monarcas y
naciones.
Un capitalista provoca una guerra a fin de lograr
beneficios, y de hecho las familias bancarias de nuestra elite han
financiado ambos lados de la mayoría de los conflictos militares desde
por lo menos la Primera Guerra Mundial. Por ello los historiadores
tienen problemas para ‘explicar’ la Primera Guerra Mundial en términos
de motivación y objetivos nacionales.
En los días pre-capitalistas la guerra era como el
ajedrez: cada lado trataba de ganar. Bajo el capitalismo la guerra es
más bien como un casino, en el cual los jugadores participan mientras
pueden conseguir dinero para más chips, y el ganador siempre resulta ser
la banca– los banqueros que financian la guerra y deciden quién será el
último en resistir. Las guerras no son solo las más lucrativas de todas
las empresas capitalistas, sino al elegir a los vencedores, y
administrar la reconstrucción, las familias bancarias de la elite
logran, con el pasar del tiempo, adecuar la configuración geopolítica
para que sirva sus propios intereses.
Las naciones y las poblaciones son solo peones en sus
juegos. Millones mueren en las guerras, infraestructuras son
destruidas, y mientras el mundo se lamenta, los banqueros cuentan sus
ganancias y hacen planes para sus inversiones en la reconstrucción de
posguerra.
Desde su posición de poder, como financistas de
gobiernos, las elites bancarias han perfeccionado con el tiempo sus
métodos de control. Manteniéndose siempre entre bastidores, tiran las
cuerdas que controlan a los medios, los partidos políticos, las agencias
de inteligencia, los mercados bursátiles, y las oficinas
gubernamentales. Y tal vez la mayor palanca de poder es su control sobre
las monedas. Mediante su timo de los bancos centrales, causan ciclos de
auge y ruina, imprimen dinero de la nada y luego lo prestan con
intereses a los gobiernos. El poder de la pandilla bancaria de la elite
(los ‘banksters’) es absoluto y sutil…
Algunos de los hombres más importantes de EE.UU.
tienen miedo de algo. Saben que hay un poder en algún sitio, tan
organizado, tan sutil, tan vigilante, tan entrelazado, tan completo, tan
dominante que más vale que no hablen en voz alta cuando lo hacen para
condenarlo. – Presidente Woodrow Wilson.
El fin del crecimiento – los banksters contra el capitalismo
Siempre fue inevitable, en un planeta finito, que
habría un límite para el crecimiento económico. La industrialización
posibilitó que hayamos acelerado precipitadamente hacia ese límite
durante los últimos dos siglos. La producción se ha hecho cada vez más
eficiente, los mercados cada vez más globales, y finalmente el paradigma
del crecimiento perpetuo ha llegado al punto de la disminución de la
rentabilidad.
Por cierto, a ese punto ya se llegó cerca de 1970.
Desde entonces el capital no ha buscado tanto el crecimiento mediante un
aumento de la producción, sino más bien mediante la extracción de
mayores rendimientos de niveles de producción relativamente limitados.
De ahí la globalización, que transfirió la producción a áreas de bajos
salarios, asegurando mayores márgenes de beneficios. De ahí la
privatización, que transfiere a inversionistas las corrientes de
ingresos que antes llegaban a los tesoros nacionales. De ahí mercados de
derivados y divisas, que crean la ilusión electrónica de crecimiento
económico, sin producir nada efectivamente en el mundo real.
Durante casi cuarenta años, el sistema capitalista se
mantuvo mediante estos diversos mecanismos, ninguna de los cuales fue
productivo en algún sentido real. Y entonces, en septiembre de 2008, el
castillo de naipes se desplomó, de repente, poniendo de rodillas al
sistema financiero global.
Si se estudia el colapso de las civilizaciones, se
aprende que esa incapacidad de adaptación es fatal. ¿Está cayendo en esa
trampa nuestra civilización? Tuvimos dos siglos de verdadero
crecimiento, en los cuales la dinámica de crecimiento del capitalismo
estuvo en armonía con la realidad del crecimiento industrial. Luego
tuvimos cuatro décadas de crecimiento artificial – el capitalismo
sustentado por un castillo de naipes. Y ahora, después del colapso del
castillo de naipes, parece que se hace todo esfuerzo posible por
producir ‘una recuperación’ – ¡del crecimiento! Es muy fácil obtener la
impresión de que nuestra civilización se encuentra en un proceso de
colapso, basado en el principio de la incapacidad de adaptación.
Una impresión semejante sería parcialmente correcta y
parcialmente equivocada. A fin de comprender la situación real tenemos
que hacer una clara distinción entre la elite capitalista y el propio
capitalismo. El capitalismo es un sistema económico impulsado por el
crecimiento; la elite capitalista es la gente que se las ha arreglado
para conseguir el control del mundo occidental durante la operación del
capitalismo en los últimos dos siglos. El sistema capitalista ha
sobrepasado su fecha de vencimiento, la elite bankster conoce
perfectamente ese hecho – y se está adaptando.
El capitalismo es un vehículo que ha ayudado a llevar
a los banksters al poder absoluto, y no tienen más lealtad a ese
sistema que al lugar, o a cualquier cosa o cualquier persona. Como
mencioné anteriormente, piensan a escala global, y naciones y
poblaciones son los peones. Definen lo que es dinero y lo emiten,
exactamente como el banquero en un juego de Monopoly. También pueden
inventar un nuevo juego con otro tipo de dinero. Hace tiempo que han
llegado más allá de toda necesidad de depender de algún sistema
económico en particular para mantener su poder. El capitalismo fue útil
en una era de rápido crecimiento. Ante una era sin crecimiento, se
prepara un juego diferente.
Por lo tanto, no se permitió que el capitalismo
muriera una muerte natural. En su lugar fue derribado mediante una
demolición controlada. Primero lo pusieron en un sistema de soporte
vital, como mencionamos anteriormente, con globalización, privatización,
mercados cambiarios, etc. Luego le inyectaron una solución eutanásica,
en la forma de burbujas inmobiliarias y derivados tóxicos. Finalmente,
el Banco de Pagos Internacionales –el banco central de los bancos
centrales– canceló el sistema de soporte vital: declaró la regla de
‘valoración a precios de mercado’, que llevó a la insolvencia
instantánea de todos los bancos en posesión de riesgos, aunque tardó un
tiempo antes de que fuera aparente. Cada paso en este proceso fue
cuidadosamente planificado y dirigido por la clique de los bancos
centrales.
El fin de la soberanía – La restauración del antiguo régimen
Tal como fue dirigido cuidadosamente el colapso
financiero, lo fue el escenario posterior al colapso, con sus programas
suicidas de rescate. Los presupuestos nacionales ya estaban puestos al
límite; ciertamente no había reservas disponibles para salvar a bancos
insolventes. Por lo tanto los compromisos de rescate no eran otra cosa
que la aceptación de nuevas deudas astronómicas por los gobiernos. A fin
de pagar los compromisos del rescate, ¡hubo que pedir prestado el
dinero al mismo sistema financiero que era rescatado!
No era que los bancos fueran demasiado grandes para
quebrar, más bien los banksters eran demasiado poderosos para quebrar:
hicieron a los políticos una oferta que no podían rechazar. En EE.UU. se
dijo al Congreso que sin rescates habría ley marcial a la mañana
siguiente. En Irlanda, se dijo a los ministros que habría caos
financiero y disturbios en las calles. De hecho, mientras Islandia se
manifestaba, la manera sensata de tratar a los bancos insolventes fue un
proceso ordenado de suspensión de pagos.
El efecto de los rescates bajo presión fue transferir
la insolvencia de los bancos a los tesoros nacionales. Las deudas
bancarias fueron transformadas en deudas soberanas y déficits
presupuestarios. Ahora, de un modo bastante predecible, son las naciones
las que buscan rescates, y esos rescates llegan con condiciones. En
lugar de la suspensión de pagos de los bancos, tienen lugar las de las
naciones.
En su libro Confesiones de un sicario económico,
John Perkins explica cómo se ha coaccionado al Tercer Mundo durante las
últimas décadas –mediante presión y trucos de diversos tipos– para que
acepten una esclavitud perpetua de endeudamientos. Intencionalmente, las
deudas nunca pueden ser pagadas. En su lugar, las deudas deben ser
periódicamente refinanciadas, y cada vuelta de refinanciamiento entierra
más profundamente a la nación en deudas – y la lleva a someterse a
dictados aún más drásticos del FMI. Con el colapso financiero
orquestado, y el timo del ‘demasiado grande para quebrar’, los banksters
han creado una situación en la que no hay vuelta atrás: los planes del
sicario operan ahora aquí en el primer mundo.
En la UE, la primera vuelta de naciones en caer serán
los así llamados PIGS –Portugal, Irlanda, Grecia, y España. La ficción
de que los PIGS pueden encarar los rescates se basa en la suposición de
que se reanudará la era del crecimiento ilimitado. Como lo saben
perfectamente los banksters, simplemente no va a suceder. Finalmente los
PIGS se verán forzados al default, y entonces el resto de la UE también se derrumbará, todo parte de un proyecto de demolición controlada.
Cuando una nación sucumbe a la esclavitud por la
deuda, deja de ser una nación soberana, gobernada por algún tipo de
proceso político interno. En su lugar cae bajo el control de los
dictados del FMI. Lo que hemos visto en el Tercer Mundo, y sucede ahora
en Europa, esos dictados tienen que ver con austeridad y privatización.
Las funciones del gobierno son eliminadas o privatizadas, y los activos
nacionales son vendidos. Poco a poco –de nuevo una demolición
controlada– la nación Estado es desmantelada. Finalmente, las funciones
primordiales que le quedan al gobierno son la represión policial de su
propia población, y el cobro de impuestos para entregarlos a los
banksters.
En los hechos, el desmantelamiento de la nación
Estado comenzó mucho antes del colapso financiero de 2008. En EE.UU. y
Gran Bretaña comenzó en 1980 con Reagan y Thatcher. En Europa, comenzó
en 1988, con el Tratado de Maastricht. La globalización aceleró el
proceso de desmantelamiento, a través de la exportación de puestos de
trabajo e industrias, programas de privatización, acuerdos de ‘libre
comercio’ y el establecimiento de la Organización Mundial de Comercio
(OMC), destructora de regulaciones. Los eventos desde 2008 han
posibilitado la rápida aceleración de un proceso que ya estaba bien
encaminado.
Con el colapso, los rescates, y el hecho de que no
haya iniciado ningún tipo de programa efectivo e recuperación, las
señales son muy claras: se dejará que el sistema colapse totalmente,
allanando así el terreno para una ‘solución’ previamente diseñada.
Mientras se desmantela la nación Estado, se establece un nuevo régimen
de autoridad global para reemplazarla. Como podemos ver en el caso de la
OMC, el FMI, el Banco Mundial, y las otras partes del embriónico
gobierno global, el nuevo sistema global no mostrará pretensiones de
representación popular o proceso democrático. El gobierno tendrá lugar a
través de burocracias autocráticas globales, que recibirán sus órdenes,
directa o indirectamente, de la camarilla bankster.
En su libro The Globalization of Poverty [La globalización de la pobreza], Michel Chossudovsky
explica cómo la globalización, y las acciones del FMI, crearon una
pobreza masiva en todo el Tercer Mundo durante las últimas décadas. Como
podemos ver, con el dramático énfasis en la austeridad, después del
colapso y los rescates, este proyecto de creación de pobreza ya no tiene
vuelta atrás. En este nuevo sistema mundial no habrá ninguna clase
media próspera. Por cierto, el nuevo régimen se parecerá en mucho a los
antiguos días de la realeza y la servidumbre (el antiguo régimen). Los
banksters son la nueva familia real, y todo el mundo será su dominio.
Los tecnócratas que dirigen las burocracias globales, y los mandarines
que se presentan como políticos en las naciones residuales, son la clase
superior privilegiada. El resto de nosotros, la abrumadora mayoría, nos
veremos en el papel de los siervos empobrecidos – si tenemos la suerte
de ser uno de los supervivientes al proceso de colapso.
Actualmente, los estadounidenses se indignarían si
tropas de la ONU entraran a Los Angeles para restaurar el orden; mañana
lo agradecerán. Vale especialmente si se les dice que hay una amenaza
exterior del más allá, sea real o promulgada, que amenazaría nuestra
propia existencia. Entonces todos los pueblos del mundo rogarán a los
dirigentes del mundo que los liberen de ese mal. Lo único que todo
hombre teme es lo desconocido. Cuando se le presenta ese escenario,
renunciará voluntariamente a los derechos individuales a cambio de la
garantía de su bienestar otorgada por su gobierno mundial. – Henry
Kissinger, hablando en Evian, Francia, 21 de mayo de 1992, reunión de
los Bilderberger.
El fin de la libertad – El Estado policial global
Durante las últimas cuatro décadas, desde
aproximadamente 1970, hemos estado viviendo un proceso de cambio de
régimen, de un antiguo sistema global a un nuevo sistema global. En el
antiguo sistema, las naciones del primer mundo eran relativamente
democráticas y prósperas, mientras el Tercer Mundo sufría bajo la
tiranía de Estados policiales, pobreza masiva, e imperialismo
(explotación por potencias extranjeras). Como mencionamos anteriormente,
el proceso de transición ha sido caracterizado por un cruce del Rubicón
– la introducción al primer mundo de políticas y prácticas, que antes
eran limitadas, en la mayor parte, al Tercer Mundo.
Por lo tanto la esclavitud de la deuda con el FMI
cruzó el Rubicón, posibilitado por el timo del colapso-rescate. Por su
parte, la pobreza masiva está cruzando el mismo Rubicón, debido a
medidas de austeridad impuestas por el FMI, con sus nuevos poderes de
posesión de bonos. El imperialismo también está cruzando el Rubicón,
mientras el primer mundo cae bajo el control explotador de los banksters
y sus burocracias, un nexo del poder que es ajeno a todas las
identidades nacionales. No es sorprendente que la tiranía del Estado
policial también esté cruzando el Rubicón: la imposición de niveles de
pobreza del Tercer Mundo requiere métodos de represión del Tercer Mundo.
El movimiento contra la globalización puede ser
considerado como el comienzo de la resistencia popular contra el proceso
de cambio de régimen. De la misma manera, la reacción policial a las
manifestaciones contra la globalización de Seattle, en noviembre de
1999, puede ser interpretada como el ‘cruce del Rubicón’ de la tiranía
policial estatal. La violencia excesiva y arbitraria de esa reacción
–incluyendo cosas como mantener abiertos los ojos de la gente y
pulverizar pimienta en ellos– no tuvo precedentes en acciones contra
manifestantes no violentos en una nación del primer mundo.
Irónicamente, la reacción policial, especialmente
porque fue tan ampliamente publicitada, fortaleció realmente el
movimiento contra la globalización. A medida que las manifestaciones
crecían en tamaño y fuerza, la reacción policial se hizo aún más
violenta. Un cierto clímax fue alcanzado en Génova, en julio de 2001,
cuando los niveles de violencia de ambas partes casi comenzaron a
parecer una guerra de guerrillas.
En esos días el movimiento contra la globalización
dominaba las páginas de noticias internacionales, y la oposición a la
globalización alcanzaba proporciones masivas. El movimiento visible era
solo la punta de un iceberg antisistémico. En un sentido muy real, el
sentimiento popular general en el primer mundo comenzaba a tomar un giro
radical. Los dirigentes del movimiento pensaban ahora en términos de un
movimiento anticapitalista. Había volatilidad política en el aire, en
el sentido de que, posiblemente, un sentimiento popular ilustrado podría
lograr un cambio en el curso de los eventos.
Todo eso cambió el 11 de septiembre de 2001, el día
en el que cayeron las torres. El movimiento antiglobalización, junto con
la propia globalización, desaparecieron casi enteramente de la
conciencia pública en ese día aciago. De repente había un escenario
global totalmente nuevo, todo un nuevo circo mediático – con un nuevo
enemigo – un nuevo tipo de guerra, una guerra sin fin, una guerra contra
fantasmas, una guerra contra el “terrorismo”.
Anteriormente vimos cómo el colapso financiero
orquestado de septiembre de 2008 posibilitó que ciertos proyectos
existentes fueran rápidamente acelerados, como ser el desmantelamiento
de la soberanía, y la imposición de austeridad. Del mismo modo, los
eventos de septiembre de 2001 posibilitaron que otros proyectos
existentes fueran acelerados considerablemente, como ser el abandono de
las libertades civiles y del derecho internacional.
Antes de la caída de las torres, ya habían redactado
la “Ley Patriota”, que proclama de manera muy clara que había llegado el
Estado policial (a EE.UU.) con toda su fuerza y para quedarse – la
Declaración de Derechos perdió su fuerza legal. Antes de mucho tiempo,
legislación ‘antiterrorista’ semejante había sido adoptada en todo el
primer mundo. Si algún movimiento antisistémico volvía a levantar cabeza
en el primer mundo (como lo hizo, por ejemplo, recientemente en
Grecia), se podrían poner en práctica poderes policiales arbitrarios
–tantos como fuera necesario– para aplastar la resistencia. No se
permitiría que ningún movimiento popular desbaratara los designios de
cambio de régimen de los banksters. El movimiento antiglobalización
había estado gritando: ‘así es la verdadera democracia’. Con el 11-S,
los banksters replicaron: ‘así es la verdadera opresión’.
Los eventos del 11-S llevaron directamente a las
invasiones de Iraq y Afganistán, y en general ayudaron a crear un clima
en el cual se pudo justificar fácilmente las invasiones de naciones
soberanas, con una u otra excusa. El derecho internacional fue
abandonado de un modo tan exhaustivo como lo fueron las libertades
civiles. Tal como se eliminó toda restricción de las intervenciones
policiales interiores, se eliminó toda restricción de las intervenciones
militares geopolíticas. Nada debía ponerse en el camino de los planes
de cambio de régimen de los banksters.
La era tecnotrónica involucra la aparición gradual
de una sociedad más controlada… dominada por una elite, no limitada por
valores tradicionales… esta elite no dudaría en lograr sus objetivos
políticos utilizando las últimas técnicas modernas para influenciar la
conducta pública… La persistencia de la crisis social, la emergencia de
una personalidad carismática, y la explotación de medios de masas para
obtener la confianza pública serían los escalones en la transformación
de a poco de EE.UU. en una sociedad altamente controlada… Además, podría
ser posible –y tentador– explotar para fines políticos estratégicos los
frutos de la investigación sobre el cerebro y la conducta humana –
Zbigniew Brzezinski, La era tecnotrónica, 1970.
La era post capitalista – Nuevos mitos para una nueva cultura
Puede que 2012 no sea el año exacto, pero cuesta ver
que la jugada final dure mucho más – y los amos del universo aman el
simbolismo, como en 11-S (tanto en Chile como en Manhattan), ELK 007, y
otros. 2012 está cargado de simbolismo, por ejemplo el Calendario Maya, e
Internet es un hervidero de diversas profecías relacionadas con 2012,
estrategias de supervivencia, espera de intervenciones alienígenas, etc.
Y luego está la cinta de Hollywood, 2012, que presenta
explícitamente el fin de la mayor parte de la humanidad, y la salvación
planificada previamente de unos pocos. Uno nunca sabe con las
producciones de Hollywood, lo que es fantasía escapista, y lo que apunta
a preparar simbólicamente la mente del público para lo que vendrá.
Sea cual sea la fecha exacta, toda la serie se
entrelazará, geopolítica e interiormente, y el mundo cambiará. Será una
nueva era, tal como el capitalismo fue una nueva era después de la
aristocracia, y la Alta Edad Media siguió a la era del Imperio Romano.
Cada era tiene su propia estructura, su propia economía, sus propias
formas sociales, y su propia mitología. Esas cosas deben relacionarse
coherentemente entre sí, y su naturaleza proviene de relaciones de poder
y de circunstancias económicas fundamentales del sistema.
Cada vez que hay un cambio de era, la era anterior es
satanizada en una nueva mitología. En la historia del Jardín del Edén
la serpiente es satanizada – un símbolo reverenciado en el paganismo, el
predecesor del monoteísmo. Con la aparición de las naciones Estado
europeas, fue satanizada la Iglesia Católica, y se introdujo el
protestantismo. Cuando llegaron las repúblicas, la satanización de los
monarcas fue una parte importante del proceso. En el mundo posterior a
2012, se satanizará la democracia y la soberanía nacional. Esto será muy
importante, para conseguir que la gente acepte un régimen totalitario
arbitrario…
En esos terribles días tenebrosos, antes de la
bendita unificación de la humanidad, la anarquía reinaba en el mundo.
Una nación atacaba a otra, nada mejor que los depredadores en la selva.
Las naciones no tenían coherencia a largo plazo; los votantes pasaban de
un partido al otro, manteniendo siempre en transición y confusión a los
gobiernos. ¿Cómo pudo llegar alguien a pensar que las masas de gente
semieducada podrían gobernarse, o dirigir una sociedad compleja? La
democracia era un experimento mal concebido que condujo solo a la
corrupción y al gobierno caótico. ¡Qué suerte tenemos de estar en este
mundo tan ordenado, en el cual la humanidad ha llegado finalmente a
crecer, y en el cual aquellos con la mejor experticia toman las
decisiones para todo el globo!
El capitalismo tiene que ver con crecimiento,
progreso, y cambio. Bajo el capitalismo las virtudes de ambición,
iniciativa y competitividad son elogiadas, porque esas virtudes sirven
la dinámica del capitalismo. La gente es alentada a acumular cada vez
más, y a no darse jamás por satisfecha con lo que tiene. Bajo el
capitalismo, la gente tiene que tener un poco de libertad, y un poco de
prosperidad, para que la dinámica del capitalismo pueda operar. Sin una
cierta libertad, la ambición no puede motivar; sin prosperidad ¿cómo se
puede lograr la acumulación? En el mundo post capitalista, las virtudes
capitalistas serán satanizadas. Será muy importante para lograr que la
gente acepte la pobreza y la regimentación…
La busca de dinero es la raíz de todo mal, y el
sistema capitalista es inherentemente corrupto y derrochador. La
anarquía reinaba en el mercado, mientras las corporaciones buscaban a
ciegas beneficios, sin preocuparse por las necesidades humanas o por la
Tierra. Cuánto más sensatas son nuestras brigadas de trabajo, que
producen solo lo necesario, y usan solo lo que es sustentable. El
capitalismo alentaba la codicia y el consumo; la gente luchaba para
competir los unos contra los otros, por ‘ser los primeros’ en la carrera
de ratas. Cuánto más sabios somos ahora, que vivimos con nuestras
cuotas racionadas, y aceptamos los deberes que se nos asignan, sean
cuales sean, sirviendo a la humanidad.
En este cambio de régimen que introduce la era post
capitalista, vemos una orquestación consciente de economía, política,
geopolítica y mitología – como un proyecto coordinado. Se está creando
toda una nueva realidad, toda una nueva cultura global. Cuando se trata
del tema, la capacidad de transformar la cultura es la máxima forma de
poder. En solo una generación, una nueva cultura se convierte “en así
son las cosas”. ¿Y qué, podemos preguntar, podría bloquear el camino de
algunas futuras manipulaciones del régimen cultural que pueda prever la
familia real bankster?
Desde que se introdujo la educación pública, el
Estado y la familia han competido por controlar el condicionamiento de
la infancia – y en la infancia se transmite la cultura a la próxima
generación. En el micro-administrado futuro post capitalista, es muy
probable que veamos la ‘solución final’ del control social, o sea que el
Estado monopolice la educación de los niños. Eso eliminaría de la
sociedad el lazo entre padre e hijo, y de ahí los lazos relacionados con
la familia en general. Ya no existe un concepto de parientes, solo de
otros miembros de la colmena. La familia debe ser satanizada. Aquí en
Irlanda, ya hay anuncios publicitarios en la televisión que dramatizan
los sufrimientos de niños que son abusados o descuidados por sus padres…
Qué horribles eran esos días, cuando parejas sin
permiso, sin capacitación, tenían control total sobre niños vulnerables,
tras puertas cerradas, con todas las neurosis, adicciones, o
perversiones que los padres llegaran a tener. ¿Cómo existió durante
tanto tiempo ese vestigio de esclavitud patriarcal, la guarida refugio
del abuso infantil, sin ser reconocida por lo que era? Cuánto mejor nos
va ahora, con niños educados científicamente, por personal capacitado,
que les enseña disciplina y valores sanos.
Este artículo apareció primero en New Dawn Nº 128 (septiembre-octubre de 2011).
RIchard K Moore, es un expatriado de
Silicon Valley en retiro, emigrado a Irlanda en 1994 para comenzar su
‘verdadero trabajo’ – tratar de comprender cómo funciona el mundo, y
cómo podemos mejorarlo. Muchos años de investigación y escritura
culminaron en su libro ampliamente aclamado Escaping the Matrix: How We
the People Can Change the World (The Cyberjournal Project, 2005).
Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=27188
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens.
Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=27188
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens.
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