Martes 26 de junio de 2012
Elizabeth Peredo Beltrán
Un documento denominado Declaración
del Capital Natural (Un compromiso del sector financiero para Río + 20 y
más allá) promovido por las Naciones Unidas mediante
la Iniciativa Financiera del Programa para el Medio Ambiente, la
Fundación Getulio Vargas de Itamaratí del Brasil y el Global Canopy
Programe en el Foro Corporativo por la Sustentabilidad, ha
empezado a ser visible en el marco de la Conferencia de las NNUU
sobre Río + 20 en paralelo a los documentos emanados de la negociación y
proponiendo una declaración a ser firmada por las
instituciones financieras internacionales y las corporaciones.
El documento que es fruto de 18
meses de preparación del sector financiero compromete a los signatarios a
cuidar los recursos naturales en particular el agua y
aunque esta presentado como una iniciativa sustentable, acompaña
el lobby que las transnacionales han estado haciendo en las
negociaciones dando cuenta de una de las certezas que tenemos, pero
que aún es poco visible en los debates entre los países: la ONU
está en manos del gran capital corporativo y financiero. Los debates y
negociaciones que allí se desarrollan están en su cancha.
La declaración propuesta señala la ruta de los nuevos consensos
que se están desarrollando entre los representantes del capital
financiero y dice textualmente en su encabezado que se propone
crear un “compromiso de la comunidad financiera (que parece
sustituir ahora a la “comunidad internacional”) a reconocer y reafirmar
la importancia del capital natural en el mantenimiento de una
economía global sostenible” (ahora esta explícito que es la
economía y no el medio ambiente la que debe ser sostenible).
Y no es casual: las 100 primeras
economías mas grandes del mundo hoy son corporaciones transnacionales,
no tienen banderas (tienen logos, slogans y mensajes de
propaganda), no son democráticas (tienen dueño, directorio y
funcionarios), no consultan a nadie para acomodarse hasta donde les
alcancen las piernas y si pueden le sacan dinero a los países
del sur y a los pueblos del norte para consolidarse o seguir
acumulando capital (son dueñas del dinero, de los bancos, de las
tierras, de la justicia, de la tecnología, de las maquinarias;
tienen acuerdos de libre comercio a su favor, reglas de protección
de inversiones y tribunales a su medida).
Según información proporcionada por
el TNI y el Grupo ETC, 10 de las corporaciones más ricas son de
energía; al menos 10 corporaciones más fuertes están
vinculadas a la producción de alimentos, comercio del agua y
concentran millones de hectáreas en el sur global; otras tantas tienen
el monopolio de las patentes, y otras muy fuertes y poderosas
están obsesionadas con la geoingeniería. Todas ellas presentes en
el entorno de las Conferencias de la ONU para asegurar su situación de
poder y conceder lo menos posible a la creación de
mecanismos efectivos que se orienten a salir de la crisis.
Paralelos con la Cumbre del 92
Cuando en 1992 se hizo la
Declaración de Río y se estableció la Agenda 21 fue con la finalidad de
enfrentar la ya entonces preocupante devastación ambiental, las
inequidades sociales y la pobreza. La ingenuidad de los pueblos y
la maquinaria montada para marearlos nos hizo creer que la fórmula
mágica del “desarrollo sostenible” combinando “economía,
sociedad y medio ambiente” -bajo la directriz de “consumir lo
suficiente para satisfacer las necesidades del presente, sin comprometer
las necesidades de las generaciones del futuro”-, sería
suficiente para resolver los problemas planteados.
En paralelo, arrancaba el Consenso
de Washington concebido pocos años antes (a finales de los 80s) y ya
estaba en pleno apogeo la multiplicación de las
instituciones, leyes, acuerdos, mecanismos financieros, sistemas
de condicionalidades e ideologías –que no podían faltar-, para
aprovechar de esta narrativa y asegurarse de que la fórmula “sin
inversión privada no hay desarrollo” les permitiera tener todas
las facilidades para lucrar a costa de la destrucción planetaria y la
violación de los derechos humanos.
Por tanto, el “desarrollo
sostenible” sobre el que se sigue insistiendo tenía ya varias
debilidades de fondo: desde concebir una noción de crecimiento económico
sin limites ni conciencia de la interdependencia entre especies y
con los ecosistemas, ignorar las fuerzas del mercado y el proceso de
liberalización de la economía, hasta pensar ingenuamente
que las palabras son suficientes sin atacar las causas
estructurales del sistema.
Hoy estamos en una situación algo
similar, sólo que aún más grave porque la crisis ecológica y financiera
–que ellos mismos han provocado- opera como un fuerte
justificativo para avalar una nueva maquinaria denominada
“economía verde” o como quiera llamarse que pretende incorporar a la
naturaleza en la fórmula para asegurar esta vez la “sostenibilidad
de la economía global”.
Un sistema de lucro inédito
Según declaraciones de los
impulsores de esta declaración que incluye a los “buenos” de la película
porque accedieron a hablar del medio ambiente y
sustentabilidad –uno de los signatarios es la Coca Cola Company-
se pretende “hacer entender que "activos" como el agua, el aire, el
suelo y los bosques son un "capital fundamental" y advertir
cómo esos recursos afectan los negocios de las empresas”… “De la
misma forma que un inversionista quiere preservar su patrimonio y vivir
de la ganancia que le genera, el desafío es ahora no
depredar recursos naturales para obtener un beneficio…”.
Entonces hoy hablar de
sostenibilidad podría equivaler a hablar de factibilidad o rentabilidad.
Da lo mismo. Podríamos hasta decir que el mundo es 80% factible y
rentable si se invierte en servicios ambientales de los bosques o
las abejas y 20% factible si no se invierte en ellas. Podríamos hablar
de los intereses y ganancias que se estarían perdiendo
si no se cuantifica y declara el servicio que proporcionan
nuestras montañas y paisajes cuanto antes. Podríamos imaginarnos que
cualquier rato nos querrán demandar ante una corte si no cuidamos
la belleza escénica de algún paraje en nuestro territorio. Estamos
asistiendo a una profundización demencial del paradigma capitalista y
de su ámbito de dominio que ha desplazado sin pena ni
pestañeo el concepto de sustentabilidad para usarlo en el campo de
las finanzas disfrazando su afán de lucro, con el argumento de
incorporar las externalidades ambientales. Argumentos para
justificar una angurria fuera de toda proporción: casi todo lo que
existe en el mundo cumple un servicio y es una mercancía, todo será
considerado una inversión, todo cuenta como dinero. El
próximo paso será conquistar nuestra imaginación.
Las negociaciones y la vida real
Algunos países en el G 77 se han
propuesto redefinir la economía verde y salvarla de un enfoque
mercantilista, Brasil ha lanzado un documento de propuesta de
declaración que permanece anclado en el concepto de “crecimiento
económico sostenido” y que hace muchas concesiones a este nuevo modelo
dejando atrás acuerdos que podrían ser sustanciales en
regular a las corporaciones y limitar a los países desarrollados
para recuperar las proporciones que exige el pago de la deuda ecológica e
histórica; algunas corrientes de activistas se han
concentrado en rechazarla y demonizarla para que las cumbres y las
negociaciones concluyan con un rotundo “NO” a la economía verde. Pero
la vida real está diseñada ya para que una vez terminada
la semana de debates, negociaciones y reuniones paralelas tanto la
cooperación para el desarrollo, la cooperación no gubernamental, los
gobiernos nacionales, locales, los bancos, los mercados
financieros, las corporaciones y las empresas, los países y las
comunidades ingresarán de uno u otro modo a los escenarios preparados
con oculta paciencia con el fuerte argumento de “salvar a
la Madre Tierra” de la destrucción.
La tan mentada Madre Tierra que
ahora ya tiene un lugar en el lenguaje del documento presentado por
Brasil que reconoce que podría ser un sujeto de derechos es un
gran avance pero no necesariamente significa que se los va a
respetar. Aunque se aprobara no sería suficiente para parar a las
transnacionales y el extractivismo base de muchas economías en el
mundo y que en el documento se lo reconoce como un motor para el
desarrollo y la lucha contra la pobreza. Ni siquiera en Bolivia o
Ecuador donde existen articulados al respecto han sido
respetados y allí se persiste en la explotación minera e
hidrocarburífera a costa de la madre tierra y la salud de la gente. Ni
qué decir de los países desarrollados donde la explotación
minera, la energía nuclear, o la explotación del carbón amenazan
sus ecosistemas y la salud de la gente como el caso de las comunidades
del valle de Ohio que viven la devastación y el
envenenamiento por esta industria. EEUU por ejemplo (con razón no
quiere firmar el Protocolo de Kyoto) depende en un 49% de la salvaje
explotación del carbón para su energía, uno de los
sistemas más contaminantes y destructivos del medio ambiente y la
salud.
Ante una amenaza visible, una estrategia clara
Así como están las cosas sería
quizá pertinente distinguir algunas estrategias de resistencia sabiendo
que las negociaciones y los debates en las NNUU son apenas
uno de los escenarios de esta problemática global, el más
desgastado y ahora cooptado por el interés transnacional y la ideología
del desarrollismo, se está convirtiendo peligrosamente en un
lugar de palabras repetidas y vaciadas de contenido con altavoz.
Una retórica difícil de asir y sobre todo de controlar desde la sociedad
civil; sus resultados, cualquiera que fueran, serán
pasibles de ser atrapados por el sistema de lucro.
Un otro
escenario mucho más relevante es el de la economía que nos lleva a
considerar seriamente el poder las corporaciones con sus negocios y
sus reglas en todas partes, un terreno muy concreto de acción que
debe recoger la experiencia de innumerables luchas exitosas en parar el
poder corporativo y que está llevando a resistir la
explotación minera, la mercantilización del agua, de la salud, de
la vida; al mismo tiempo este escenario incluye las economías no
visibles que funcionan y dan vida a formas solidarias de
organización social y que pocas veces son reivindicadas como
caminos posibles para la restauración y resignificación de la economía y
del tejido social. Un tercer ámbito es el de los
imaginarios, de las subjetividades, la cultura y por tanto uno de
los más importantes porque acompañan los hábitos sociales y pueden ser
engranajes de una vida o de consumo o de cuidado, de
violencia o solidaridad, de dominio y sumisión o de democracia y
participación. En este terreno la construcción de relaciones equitativas
entre géneros, entre etnicidades, intergeneracionales y
diversas podría contribuir sustancial-mente a una relación más
armónica con la naturaleza o al menos preparar la subjetividad para
ello.
Los intereses que están detrás de
la economía verde no son algo etéreo y no porque no se los explicite
dejaran de existir en su esencia. La economía verde es el
nuevo ropaje del poder corporativo, lleva su nombre inscrito con
sangre de los pueblos en la frente y es allí donde la resistencia al
nuevo modelo será más eficaz. No en los foros ni
declaraciones, no en el resultado de la negociación, ni en los
discursos de resistencia abstracta sino en la defensa de los
territorios, del agua, de las semillas, de los servicios públicos, de
la vida, de la economía solidaria, del reconocimiento al trabajo
impago de las mujeres, en la resistencia a la minería extractivista e
irresponsable, a las plantas nucleares, al lucro de las
empresas con la energía y el agua, en defensa de los pueblos en el
día a día.
La Economía verde viene con nombre y
apellido: se llama Poder Transnacional y nos hemos mirado frente a
frente, los hemos frenado algunas veces, les hemos
obligado a retirarse. La indignación y la conciencia sobre el daño
que causan existe y es inmensa en el mundo.
Es allí donde vamos a permanecer,
pues nosotros y nosotras que no queremos convertirnos en sofisticados
profetas del desastre, nos otorgamos el derecho también a
redefinir la sustentabilidad como la tarea de resistir el modelo
creando las bases de la justicia, equidad y cuidado, sentando bases
éticas, principios de coherencia y ejemplos de consecuencia
capaces de sembrar esperanza para nuestros hijos e hijas en el
futuro.
Elizabeth Peredo
Beltrán es directora de la Fundación Solón de Bolivia. El nombre recoge
el legado del muralista boliviano Walter Solón Romero,
que en sus obras denunciaba la injusticia, los atropellos y la
pasividad social frente ellos.